¡NO QUERÍAIS UN RETRATO?

¡NO QUERÍAIS UN RETRATO?

Ese verano lo pasó en familia, como los últimos tres: con el gato y el perro descansando a la fresca y a sus anchas en lo alto del aparador que presidía el comedor y que, como él, no movían pieza.

Hacía tiempo que ya no estaba seguro de si serían los de porcelana que trajo de uno de sus antiguos y tan lejanos viajes.
El perro, el gato, y las tres moscas que en invierno se iban de vacaciones pero que cada verano volvían certeras, jocosas, y burlescas con ese ballet de academia a «su dulce» hogar: Marta, Melisa y Flaquita.
Mientras, él sigue buscando la clave en el reflejo del televisor fundido, el momento en el que pasó de niño a viejo. El momento en el que pasó de hombre a sofá.
La persiana siempre a medio bajar, por donde el intruso del aire que ya nunca le huele a nada se cuela entre las rendijas y los días se esconden uno tras otro en las noches perpetuas.
Hace años que el sofá se apoderó de su forma, su olor y su mente en su cómplice y maléfico abrazo; embrujándolo y arrastrándolo a ese agujero donde los sueños se confunden con la realidad, o la irrealidad se transforma en sueños.

No me mires con esos ojos… a mi también me gustaba la planta, y los peces con los que jugabais en la pecera. Fui yo quien les puso nombre; tú no te acuerdas. ¡Maldito perro!, no vengas jodiendo ahora. ¿Para eso te di cobijo, te cuidé y te he dejado estar ahí todo este tiempo a tus anchas? Y no te rías, ¿o crees que no te oigo? Para mí es como si estuvieran vivos, ¿sabes?, y qué es si no estar vivo… o muerto… o siquiera estar.
Y no, tampoco cenaré hoy porque antes de ayer creo que comí demasiado. Aún noto la tripa hinchada. Y por la cerveza no es, eso seguro. No en vano puedo tocar la decimonovena misa de Mozart para harpa en mis costillas.

¡Pero qué calor hace!, ¡puto tiempo! Debería sacar el ventilador. Sí, sí, ese, el mismo que no guardé. Ni las mantas; ni las chanclas; ni la bolsa ni las botellas… ni … Ni el tiempo. Tampoco guardé el tiempo en el bolsillo, como antes, ¡joder! ¿A ver si va a ser verdad que tendrías que haber hecho eso que decías que harías y dejaste para mañana?, y… el mañana no llegó nunca porque en el ayer dijiste que quizá otro día. Vaya, ¡serían listos todos! Qué listos los que decían tanto y ahora no me ven; ni, por supuesto, yo quiero ya ver. ¡Que les jodan a todos!
Y que guardara fotos… ¡Ja! Ya os conté que no me gustaban; es que no sé ni para qué escribo. ¡Pero si son todos fantasmas! Ya ves… la única que queda por ahí hace ya años que está emborronada. Lo que digo: «fantasssssmasss».
Sigo aquí, sabéis, aunque a algunos a lo mejor les moleste y a otros les de igual. Y aunque no sepa seguro si quiero; ni muy bien si es así.

«Señorito Don Manuel, ¡qué-está-haciendo! Hace rato que le veo despistado y no acabó usted su tarea. Vaya a ver lo que quiere ser en la vida. Vaya, vaaaaya : ¿una planta? ¿un sofá?… o… ¿quizá un gato o un perro de porcelana? Y cierre la ventana si no quiere que le entren moscas».

¡Manda huevos, qué razón fue a tener el cabrón ese!
Pero no es culpa suya ni de nadie, si acaso solo mía.

Parece que no se mueve… ¿se habrá muerto el perro también? Y es que… cuando llega, llega. Ni se mueve mi mano ni el pie derecho. Mejor no probaré con el izquierdo… por si acaso.
Venga va… probaré mañana.

FIN

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