Nosotrxs jovenxs y huérfanxs

Nosotrxs jovenxs y huérfanxs

Carmen Álvarez

08/11/2016

Es curioso que siempre acabo relacionándome con huérfanxs. Huérfanxs de padre, huérfanxs de madre, huérfanxs de ambxs. Siempre acabo relacionándome con huérfanxs y creando con ellxs grandes lazos amistoso-afectivos. Me comprenden, supongo. Nos comprendemos, supongo.

Últimamente he cuestionado mucho la Institución Familia, la cuestiono y la sigo cuestionando. Cuando era una militante comunista de la UJCE me costaba mucho justificar el modelo socio-familiar que hay en Cuba o que hubo en su momento en la URSS. Más que justificarlo, me costaba mucho convencer a mi interlocutxr de que ese modelo era mucho más óptimo. Tampoco yo misma lo entendía muy bien, para ser honesta.

Ahora lo entiendo mucho más, aunque ya no estoy tan de acuerdo con él. Vengo pensando desde hace unos meses que deberíamos de criarnos sin referencia de estructura familiar posible. Todxs criarnos entre todxs. Porque creo que, al igual que pasa con las relaciones amistoso-afectivas, deberíamos elegir quién nos cría, a quien criar, dónde crecer, a quien dar amor y de quien recibirlo. Así quizá habría más “me siento orgullosx de ti”, que “me has decepcionado”. Y en las estructuras familiares soviéticas, aunque interviene el Estado, la Institución Familia aún tiene su espacio de referencia. Y es que yo he recibido muchos “me has decepcionado” de parte de mi Institución Familia, de eso que la gente llama “familia biológica” de forma científica, “lazos de sangre” de forma vulgar.

Hace una semana fui de visita a ver a mi Institución Familia y, como siempre, rebusqué entre mis cosas antiguas que echo en falta cuando estoy en Madrid. De entre mi material de Caracterización de la carrera buscaba algo muy concreto: un bote de pegamento Mastix y una trenza de pelo de crepe que nos mandaron comprar para ponernos más pelo en las cejas, en el bigote o, sí, para que lxs asignadxs mujeres al nacer nos caracterizásemos como un chico. ¿Por qué lo buscaba? Sí, para hacer de Drag King. Con unas amigas he quedado en travestirnos de tipo para el Orgullo Crítico del año que viene (haciendo planes a largo plazo) y travestirnos, simplemente, cuando nos dé la gana.

Al coger el Mastix y ver que todavía pegaba, me llene de ilusión y me hice un bigote, con una mosca debajo del labio inferior. Fui corriendo a mirarme en el espejo y a hacerme selfies. Mi madre, nacida en 1950 en Priego de Córdoba, con un padre que las encerraba a sus hermanas y a ella en el patio de la casa para que no salieran pero hicieran como que sí salían, se echaba las manos a la cabeza y empezaba a rezar de la siguiente manera:

  • -¿De dónde habrás salido tú? Menos mal que ya no vives en el pueblo. ¿No has visto cómo a la hija de la vecina la ponen a parir (porque es bollera y ha salido del armario)? Para mí que la madre también es medio machorra, la tía. Si te viese tu padre…”

Si me viese mi padre. Los demás comentarios ya me los esperaba, ya que no es la primera vez que los escuchaba. Pero si me viese mi padre. Si me viese mi padre, ¿qué?

Es cierto que mi padre me pegaba palizas cuando hacía las cosas mal. Es cierto que mi padre se comportaba como un cabrón cuando se enfadaba con mi madre: gritos, porrazos a cosas. Es cierto que justo en el final de su vida, literalmente, no sabemos qué hacía desapareciendo por las tardes o con esas extrañas llamadas de teléfono. Pero, y no sé si es debido a una especie de síndrome de Estocolmo raro, mi padre nunca me dijo nada sobre cómo yo tenía que ser y qué era lo que me tenía que gustar, ni en cuestiones de género, ni cuestiones de orientación sexual, ni en ninguna otra cuestión. No sé, tendré que hablarlo con mi psicóloga.

Por eso, para no escuchar cosas así, creo que deberíamos elegir también nuestra Institución Familia. Y ya no estoy tan confrontada con la mía como hace unos meses, poco a poco estoy aprendiendo a aceptarme a mi tal y como soy, a aceptarlos a ellxs tal y como son, a saber que hay cosas que nunca comprenderán de mí, a aceptar eso y a vivir con ello. Como cuando en tu trabajo sabes que no puedes hablar de lucha obrera, en mi casa estoy aprendiendo a no hablar de Teoría Queer. Tal vez sea una diferencia generacional como de la que hablaba Isabel Franc en la inauguración de las Jornadas Feministas de 2009 en Granada[1], pero creo que deberíamos relacionarnos con gente que nos quiera tal y como somos desde el minuto uno. Para no tener que soportar a gente que no nos quiere tal y como somos, no tener que escuchar tantos “me decepcionas” irremediablemente hasta el final de nuestro lazo consanguíneo.

Por eso supongo que estoy haciendo de lxs huérfanxs mi familia elegida.

Por eso supongo que también escribo esto ahora. Porque a pesar de los pesares, sé que mi padre no me diría “me decepcionas” por las mismas razones que el resto de mi familia me lo dice. Por ser mediobollera, por ser mediotrans, por ser cuir, por ser Drag King, por ser un putón político, por ser yo. Aunque responda a una especie de síndrome de Estocolmo, raro. Y no sé si es que nosotrxs jovenxs y huérfanxs tenemos ese síndrome de Estocolmo, raro, debido a la idealización de haber perdido a un padre, a una madre, a unx xadre, demasiado pronto. No lo sé, pero este relato (o algo así) va dedicado a nosotrxs. Jovenxs y huérfanxs.


[1] https://www.youtube.com/watch?v=TJ2VxHV9FIg&feature=share

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