EN EL NOMBRE DEL PADRE

EN EL NOMBRE DEL PADRE

Siempre supo que la suerte no estaba de su lado. ¿Cómo se puede nacer el día de San Antonio y que le elijan a uno el nombre del santo equivocado? Honorato. Una gracia más de su padre, tan fiel a las tradiciones y con ese espíritu jovial heredado de la abuela. Esa que no se casó hasta bien entrada la treintena, porque entre el montón de pretendientes que tuvo, puso buen cuidado en elegir a aquel que por su nombre pudiera darle el hijo más apropiado. De nada le valían apellidos tan anodinos como Fuentes, Sanchidrián o Sanz. Había que esperar algo más sonoro y sobre
todo, que pudiera combinar bien con su egregio apellido: De las Muelas. Por eso cuando apareció él: Juan Gusano, supo que había encontrado al candidato
adecuado.
Y ahora, una infinidad después, a Honorato le tocaba arrostrar el anélido como complemento de su desdicha nominal y la penosa obligación de enamorarse de alguna señorita Manzana.

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