Después de ingresar a
urgencias con un terrible dolor en mi tobillo derecho, revolviéndome en la
camilla, rascándome la cabeza, apretando los dientes, recordando el instante
del accidente. A los lejos una voz femenina me dice. –Cálmate, relájate, ya te
colocamos el medicamento, se pasara el dolor- para mis adentros pensé. ¡Mandas
huevo! Como no eres tú la que tiene el dolor. Minutos más tarde, tuve el placer
de conocer a mi compañero de habitación, ese que no imagine utilizar jamás,
pero que se volvería de ahora en adelante en mi amigo más fiel. La enfermera lo
acomodo en mi lado izquierdo. En algún momento pensé que no lo encestaría, pero
pasadas las horas mis riñones hicieron juiciosamente su trabajo y la presión
que mi vejiga ejercía sobre mi uretra se fue afianzando minuto a minuto. Al
final gire el tronco a mi izquierda, extendí mi brazo y lo toque, su cuerpo
estaba frío, hale de inmediato mi mano y una exclamación acompaño ese
movimiento. ¡No joda! Volví a extender mi brazo y con firmeza lo agarre por la
oreja, lo subí y coloque entre mis piernas, desenfunde mi asta viril sobre su
boca fría como el hielo y comencé a relajarme, hasta poder derramar todo mi
ácido úrico dentro de él, luego los tres golpes que no pueden faltar, la sensación de descanso embargo todo mi
cuerpo. y esta manera termino mi primer encuentro cercano con el pisingo

Después del apoteósico encuentro con el pisingo (mi fiel amigo
actualmente), sucedió algo que hasta el momento no había tenido en cuenta.
–bañarme. Haciendo un conteo de las horas posteriores al accidente, entre el
martes por la noche, el día miércoles y la mañana del jueves, estuve sin
bañarme aproximadamente 40 horas

Mi madre muy gentilmente me recomienda entrar al baño conmigo y ayudarme en tan
ardua labor, sabe que no será fácil, pues tengo la pierna derecha inmovilizada
hasta la rodilla. Para comenzar y para que entiendan mi situación en ese
instante. Tengo 32 años, vivia solo desde los 18 y mi mama me vio desnudo por última
vez (si mi memoria no me falla) a los 13. Entonces, obviamente mi cuerpo ya no
es el mismo, y aunque a veces no recuerdo con claridad el significado de pudor,
en esta ocasión, sí. Ella insiste en entrar conmigo, yo repito que no es necesario
y lanza una de esas sabias expresiones de madre “Yamid, déjame ayudarte, uno
nunca sabe” esas palabras y esa expresión en su cara vaticinaban una resbalada
y posiblemente la fractura de la otra pierna. Estuvimos con ese tira y jale
unos minutos y luego acordamos llegar juntos hasta la puerta, pero…yo entraba
solo. Antes amarramos una bolsa de basura a mi pierna, ajustada con cinta
adhesiva para que el agua no mojara la venda.

Quisiera decir que bañarme fue un proceso, pero no fue así, fue toda una faena.
Al salir del baño estaba agotado, estuve adentro alrededor de 20 minutos. ¡Dios!
-Jamás había durado tanto tiempo bañándome. aunque si lo pienso bien, después
de tener la pierna fracturada inclinada reposando en una silla, sacando agua de
un balde con la mano izquierda, enjabonándome con la derecha, pendiente de que
el agua no se escurriera por la pierna y entrara en la bolsa, lavar mis
–virtudes- sentado en el sanitario, restregar y enjuagar dos veces. Todo esto

en un espacio de 2x2mts (yo mido 1.83mts), 20 minutos no esta tan mal.

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