Lunes, 27 de Marzo de 1978.

El niño de la foto soy yo. Sí. Cumplía ese día dos años. Nací en un pequeño pueblo del interior de la provincia, en el antiguo hospital de las monjas frente a la iglesia de Santiago.

Si hubiera sido otro día cualquiera, mi padre estaría trabajando fuera. Toda la semana. Así que me crié con mi madre y con mis abuelos hasta los diez años. Mi padre regresaba todos los Viernes por la tarde. Recuerdo que salía a la calle después de comer y me sentaba a esperar que llegara. A veces veía bajar el Renault 7 verde por la cuesta temprano. Y yo corría hacía mi casa a avisar a mi madre. Era un momento de de relajación, de pensar «ya está en casa». Pero eso no siempre era así. Otras veces llegaba más tarde. No podíamos comunicarnos con él. No sabíamos dónde estaba. Entonces mi madre llamaba a las esposas de los compañeros. Siempre viajaban tres, así que las mujeres se apoyaban unas a otras. Esos momentos los vivía con miedo y mucha tensión. Era pequeño pero me daba cuenta de los que sufría mi madre. El miedo a la carretera que tenía mi madre era superior a ella. Y más en aquellos años en los que aún no existían autovías ni nada por el estilo.

Y esa carretera, al final nos cambió la vida. Era Jueves. 23 de Febrero de 1984. Recordatorio, por cierto del intento de golpe de Tejero en el Congreso tres años antes.

En el pueblo hacía un día de perros. El cielo parecía que se nos caía encima. Negro. Un frío atroz. Como cada mañana mi madre nos llevaba al colegio. Mi hermana tenía 5 años ya. No recuerdo nada especial de ese día hasta la salida del colegio. De camino a casa, en una explanada que ahora ocupa la plaza de abastos, instalaron un circo. Unos pocos nos acercamos y nos dejaron pasar a ver los animales. A pesar del frío lo pasamos en grande. De ese día no recuerdo como fue la comida posterior en casa. Supongo que como siempre.

Como he dicho antes, era Jueves. Ese día mi padre junto a sus dos compañeros estaban trabajando en un pueblo cercano, a unos 8 kilómetros. Esa semana había vuelto de Granada el miércoles. Recuerdo que estaba en casa, supongo que jugando con mis coches. Sobre las 5 sonó el teléfono. Como siempre yo me adelantaba a mi madre. Era mi padre.

– Nene, dile a tu madre que voy a llegar un poco más tarde.

Y colgó. Mi madre se enfadó conmigo porque no llegó a hablar con él. Dos horas después tocaron a la puerta. Corriendo llegué y abrí. Allí estaba mi padre. La imagen se me quedó grabada. Estaba blanco como el papel y su ropa ensangrentada.

Yo me quedé sin habla. Luego todo se precipitó. Un camión. Tres compañeros. Uno de ellos muerto. El que conducía. Cayeron por un terraplén. Siete vueltas de campana . Mi padre y su otro compañero volvieron a nacer.

Nos cambió la vida. Dos años después, mi padre consiguió un traslado. Y nos fuimos para pasar página de un día aciago, donde tuve la suerte de no perder a mi padre.

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