No se que era,
no se que era
si sus curvas, su sonrisa
o el vaivén de sus caderas pero,
era una diosa que adoraba el infierno,
era la espina de la rosa
con mirada fría y furiosa.
Rompía el aire con el baile de sus alas,
tenía cara de ser buena y mirada de ser mala.
Buscaba amores de esos que son pasajeros,
y que empiezan en garitos
sus lugares favoritos.
Ella era atea, y yo sólo un pobre creyente
que creía en lo divino que esconde bajo si vientre,
ella era el diablo disfrazado de serpiente
y me dijo que lo bueno nunca dura para siempre.
Era su esencia, su presencia, su perfume,
el contorno de su mano, sus pupilas y su brillo,
su transpariencia, su carita de inocencia, su boquita roja y loca que desnuda cigarrillos.
Yo era artesano
y ella era el arte insano
que escribía poesía con la boca y con las manos,
el amor y la ternura pasó a ser segundo plano
pues buscaba la aventura
del placer de los humanos.
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