Huelga.
Me declaro en huelga con la vida en la sociedad.
Reclamo cada domingo que no he disfrutado por ir a trabajar.
Quiero de regreso el tiempo, ese que el dinero no puede comprar.
Resarcirme conmigo misma por dejarme estafar.
Por creer que la vida nada tiene que ver con soñar.
Medellín (noche)
Veo las miradas de quienes buscan cuerpos vibrantes en la noche desgastada.
En esta ciudad de polvo y pólvora.
Me despierto de pie, frente a la fiesta joven, y no soy de aquí.
No pertenezco a este vacío.
Y tiemblo.
Me hablan.
Pero solo soy un niño con las manos sucias.
Escribiendo en silencio sobre la algarabía.
Extrañando el deseo de jugar bajo la sombra.
Dos vidas.
Dos vidas necesitarán quienes quieran cumplir con la sociedad.
Y pagar el precio de haber nacido.
Dos vidas necesitarán.
Una para ser feliz.
Y otra para trabajar.
Mentira piadosa.
Tengo un sueño escrito en el espejo.
Me mira.
Me sonríe.
Yo le susurro: “Hoy no, mañana tal vez”.
Me lanza una mirada inocente.
Me cree.
A dos personas de ti.
He caminado a dos personas de ti.
He besado tu rostro en las espaldas de los desconocidos.
He encontrado en tus bolsillos sueños rotos, destruidos.
Te he visto asomar sin barba, sin desorden, sin prejuicios.
He sido libre bajo tu brazo y tu cabello amarillo.
¡Gritas!
Ardes en otros cuerpos.
En otras tardes.
Con otros ritmos.
Preferencias.
Hay quienes aman el verano,
La playa, y visitar el mar.
Yo prefiero tus montañas.
Sobre ellas planear.
Morder el frío.
Sentir las entrañas tiritar.
Hundirme en el oscuro bosque.
De tu húmeda tempestad.
Invierno.
Si en el próximo invierno decido abrazarte,
Sé que me mirarás con ojos dulces
Y se te escapará un te amo inadvertido.
Siempre sincero, siempre limpio.
Habrá silencio y tus mejillas blancas cambiarán de color.
Esperarás.
Pero ya sabes, amor mío, que soy un lobo estepario,
Que me muevo en temperaturas bajas,
Que no necesito sábanas y que nunca,
Nunca, aprendí a responder un te amo.
Vida sin planes.
Mordiscos en el cuello en horario familiar.
Irse, alejarse de todo así sin más.
Perderse en los detalles de una vida sin planear.
Contar cada segundo como si fuese el segundo final.
Acostarse cansados.
De tanto descansar.
Triste.
La gota que cae sobre la hoja cada segundo.
Algún día con suficiente invierno la romperá.
Podrá entonces tocar la tierra.
Y se dará cuenta de lo que se ha estado perdiendo.
Encontrará el camino a su manada de gotas tristes.
Se juntará con ellas.
Y no estará sola nunca más.
Aunque triste.
Orgullo y pasado.
¿Quién va a limpiar la sangre de los que están detrás nuestro?
Somos los primeros, no los últimos.
Pobre de aquellos que son los últimos y no los primeros porque nos verán morir.
Sentirán el miedo en los huesos y en las cenizas venideras.
Sentirán el orgullo en las uñas llenas de mugre.
Gritamos y mordimos sin los dientes afilados, nos desfiguramos en la lucha perdida.
Crecimos junto al árbol partido en dos y caminamos a la sombra del poeta envejecido.
Perdimos el camino de espinas gruesas y ahora solo queda el de abismos anaranjados.
Dejamos hacer, y se nos rasparon las rodillas viendo como cómo la dignidad pausada se
alejaba de nosotros dejándonos como un pobre pueblo en la orilla.
Ya no sabemos a donde dónde van el río y las nostalgias… ya no tenemos alma para esperar
las bienvenidas.
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