I

Olor de pueblo lloviznado,
herbal silvestre que me inquieta,
jugoso fruto prohibido.

Hojeando miradas tras un libro/ Y yo que te rozo con mis holas / Pudor que sonroja el ansia.

Eufórica la noche que compartió el primer beso/ Dedos impacientes explorando imberbes lozanías/ Perdidos en primera vez intensa/ Ahí, los púberes amantes.

Absorbí tu aire,
inhalé tu inocencia,
buscamos un refugio
y allá fue… bajo aquella nube trasnochada

III

Sofocante despropósito,
inodoro tú como viento seco
agridulce y escaldoso.

Ojos que hurgan intenciones,
garras férreas y agresoras,
mirarnos machos evadiendo la caricia

Affaire consolador de anochecer en duelo/ De esos repentinos para vaciar nostalgia/ De esos sin promesa y que habitan el silencio/ De esos prolongados al insomnio/ De esos que se largan, pero otra vez regresan/ Y cuyos besos a mordiscos, y a cuya piel se hace adicta la tristeza.

IV

Intento nuevo,
hoja fresca danzando primavera,
semilla infértil que promete fruto.

Ingenuo intento que me implora,
la voz tan tersa que me llama,
estatuas griegas en fuente cristalina.

Las paredes sudan/ Cuando el sol anunciaba retirada/ Cuando chorros tallan la culpógena conciencia/ Juventud me ofrendas/ Morenidad aturdidora de sentidos: no ha lugar a mi razón y sí para el instinto/ Absorto yo para arrojarme a tu extravío.

V

Olor a hojarasca
A tronco mojado que se lleva el río
A fruto en su punto, muy jugoso

Negrestina mirada que penetra ahí, donde no duele
Manos que enredan mis súplicas nocturnas
Infinito embrujo que me atrapa

De noche llegó cuando forzaba yo al destino/ Cinco veces le rondé y cinco veces titubee/ Músculos tallados sobre ébano de arroyo/ El amor al fin disfrazado de señuelo/ Me arrastró todo su ser y sobre una balsa me le entregué mil lunas/ Pero un triste día decidió irse a donde sólo se llega en un cerrar final de ojos/ Un lugar al que iré cuando duerma el sueño de los amorosos.

VI

Olor a tesoro en recompensa

A buena cosecha, tras intentos secos

Tras desérticas heladas

Luna de octubre celestina

Sonsacadora de caricias nuevas

De inquietudes dispares que se encuentran

“Es quién”, me dijo la sorpresa/ “No más”, repliqué sin gana/ Pero estaba decidido desde aquél primer soslayo/ Desde aquél primer pronunciamiento/ Desde aquél rincón donde yacía la vigilia/ Tierra y fuego imposibles de mezclarse, aderezados con llovizna diaria y ráfagas de viento en mutuo exilio/ Es este presente en el que amo y vivo.

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