Sobre el pedestal de la incoherente suspicacia,
donde el altivo estandarte de tu cordura
casi rozando con extrema cautela, la comisura de mis labios,
desprende un aroma tan pecaminoso
como el brillo de tus ojos al amanecer,
donde el eco de mi silencio destroza tu vigía marchita,
y el remordimiento de vidas pasadas, aún se apropia de tu olvido.
Sobre la subleva extensa de tu cintura,
lanzo mi lujuria inexperta, en un acto de desatino incongruente,
pretendiendo ser más de lo que hurté rabiosamente a mis demonios.
Tus caricias, esas que despojan los recuerdos mundanos en mi piel,
exigen ambiguamente un poco de adoración
por entre medio de mi desolada razón,
más, devotos de tu santidad en estas tierras ya no encontrarás.
Y aunque fuese una efímera letanía,
aunque los cobardes huyeran despavoridos
tras un amor que los acobije tenazmente,
nada sé yo que podría doler más
que sentir tu sombra alejarse otra vez
sin éste cuerpo mío, sosteniéndola….
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