A la intemperie me dormí,
suelo frío y aguado igual que mi corazón
Viniste por mi cuando todo parecía perdido,
¡príncipe azul a su princesa encantada!
Me trasportaste en tu barquita de madera.
Hecha peso muerto, no me despertaste.
¡Al otro lado resultó ser el infierno!
Desperté creyéndote Hades.
Fiera te ataqué con todas mis fuerzas…
Eras un pobre hombre,
tan cansado como un viejo chófer con carga pesada puede estarlo.
No te alcanzaba ni para demonio,
sólo eras el Barquero.
Hades era otro,
resoplaba en la nuca de mi inconsciente,
me llamaba a través de los sueños.
Y yo me enamoraba del Barquero,
confundida por su leve olor a infierno.
Al calor intenso escapaba de la barca y me dejaba caer
cansada en la fría intemperie.
Me dormía creyéndote un príncipe azul que me rescataba,
frágil y mansa me acurrucaba en tus brazos,
y volvía a enamorarme de tu olor a infierno…
–
De tu lado las cosas pintaban de otro modo.
Seducido en sueños por una princesa encantada,
corrías a socorrer a una dama en apuros y
¡acababas transportando un Dragón de regreso a los infiernos!
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