Suite del río Bergantes

Suite del río Bergantes

I. Paisaje después de la riada
(Elegía del Bergantes)

Panta rei… Todo fluye
y nada permanece quieto.
Evocas a Heráclito, que te recuerda
que las cosas jamás se repiten.
No entrarás dos veces
en el mismo río.
Y al decir «mismo» quieres significar «todo»,
no sólo porque son otras
las aguas que ahora van corriente abajo,
tanto da si fluyendo con pausa
o con la locura del elemento desatado…
La propia fuerza indomable que las impulsa
esculpe de nuevo su curso y el relieve,
y lo transforma «todo»
en algo que tal vez será…,
pero todavía no es.

Pero ¿y tú…?, ¿qué me dices, de ti?
¿No habrás sufrido mudanza
cuando vuelvas a bañarte
en sus renovadas aguas?

II.

Luz de mil tonos…
Tras el espejo del río,
peces de plata.

III. Sonetillo de rima libre

Las piernas contra corriente,
cabeza hundida hacia atrás,
cabellos desparramados
y el sol que la acariciaba.

Jugaban cientos de gotas
a vestirle todo el cuerpo
con escamas destellantes
de tibieza delicada.

Imposible, fijar límite
entre el final de su piel
y el puro abrazo del agua.

Agua viva parecían
su cuerpo y ese elemento
que tan suave la acunaba.

IV.

Tú y el paisaje,
todo es aquí y ahora.
Abolición
del tiempo y el espacio:
toma un respiro.

Siempre ni nunca
tienen sentido alguno,
sólo el instante
perenne e infinito:
reposo en lecho de agua.

V. Flotando de cara al cielo

Azur y blanco…
Te sientes fuerte y en paz:
savia vital.
Rumor de agua que fluye,
silencio casi quieto.

Vaivén de nubes:
las piernas también danzan,
del todo ingrávidas.
El céfiro hincha velas
surcando un techo azul.

Fondo celeste
con albas pinceladas:
escena móvil.
Sobre peñascos y lomas,
cielo, nubes y paz.

Rocas enormes,
gigantes que te acogen:
¡eres no-nada!
Geológico abrazo,
salpicadura de agua.

VI.

Vuelvo al río sola,
virtual compañía,
amigo del alma.
Presencia recordada,
ausencia que acompaña.

VII. Con estrambote

Memoria de una tarde placentera:
las aguas han crecido y son muy vivas.
Sentada en una roca de la orilla,
contemplas el después de la tormenta.

Resurge ya el relieve que se inventa,
con fuerza, la corriente que se activa:
recrea atajos, las curvas afina
y modela, sin tregua y con firmeza.

Evocas en silencio aquella imagen,
sonidos de la piedra contra piedras
que acaban de iniciar largo viaje.

Con percusión ritmada, nuevas huellas
que pierden las aristas por su cauce
sin descanso se pulen y cincelan.

≈ ≈ ≈ ≈ ≈ ≈

El río, desatado y más salvaje,
dibuja con su furia la ribera
y hacia la mar recrea su paisaje.

VIII.

La línea de las corrientes
y este fluir de las aguas
me permiten dibujar
los relieves de su fondo.

El río de hoy
vuelve a no ser mi río:
lo arrasó todo…

Nuevos aguaceros.
Mi Bergantes de ahora
ya no es tan bello.

¿O tal vez sí…?
En sus propias entrañas
la vida lucha.

IX. Reencuentro

Algodón de nubes,
profundidad turquesa,
perfilados limpios.
Dureza geológica,
rotundidad amable.

Cristal sonoro
buscando, hacia el destino,
nuevos caminos.
Tras la gran conmoción
vuelve a crear su espacio.

Te reencuentro.
Sentidos afinados:
embriaguez,
aromas que enamoran,
frescor y transparencias.

X. Hallazgo

1. Un mar que ondula
de olas petrificadas
recubre el suelo.
A contraluz, el sol
enciende sus cristales.

Justo en el centro,
suelta, piedra pulida
–¡huevo del río!–:
contiene todo el paisaje
y la labor del agua.

2. No sé la edad del río
ni qué años, la piedra,
ni cuándo se encontraron
ni cuánto trabajaron:
de ahí salió el poema.

XI.

El río encierra
un rumor musical:
¡qué gran silencio!

Sus transparencias,
estallido de notas:
nuda pureza.

Pájaro y río,
en la paz de las rocas
canto coral.

XII. Visiones y espejismos

Ni una piedra suelta,
ni un grano de arena
en la orilla del río
de curvas amplias.

Relieves del lecho:
ondas y torbellinos
a flor de agua.

Burbujillas de espuma
enfrentadas a la corriente
extienden curso abajo
–fina diadema evanescente–
filamentos brillantes de líquida cabellera
glauca y dorada,
espejo de los pinos del collado
y los chopos dispersos más allá de la ribera,
como surgidos de un sueño
de la pura roca desnuda:
visión invertida del cromatismo vegetal.

En el fondo del río,
transparencias de piedra lavada.

Cristal y espejo,
la luz dentro del agua
y en superficie.

La contemplas, cautivada,
te deslumbra, te hipnotiza:
fijas tus ojos en las aguas detenidas,
totalmente clavadas, expectantes
bajo el azul rabioso
de la bóveda celeste.

Ves entonces los árboles de la otra orilla,
verdes franjas que se desplazan
corriente arriba, y lo vives como real,
desde una realidad otra.

Claridad de los secretos que el río oculta:
encantamiento de los sentidos,
misterio de los espejismos
soñados entre luz y agua,
y un trabajo incesante
–rumor líquido y cincel sonoro–,
con el eco de fondo
de los pasos de las piedras que se pulen
y caminan río abajo
mientras los árboles van hacia arriba…
Y la corriente, del todo quieta
después de la última riada.

XIII.

Si sopla fuerte
el viento peina el río
con grandes rizos.

De lo más alto,
la luna en él se mira:
¡cuántas arrugas!

XIV.

Fluye el Bergantes:
suavidad de la piedra,
dureza de agua.

Miro su fondo:
lecho de penas hondas,
piedra lavada.

Cristal y espejo:
la luz bañada en oro,
vida que pasa.

≈ ≈ ≈ ≈ ≈ ≈

Fluye el Bergantes:
lecho de penas hondas
vida que pasa.

XV.

No pintaré los sonidos del agua,
su irisada transparencia,
ni cantaré los tonos del cielo,
ni el vuelo del vencejo,
ni diré brisa y aroma
que ya se han citado en exceso.

Tan sólo esa paz cósmica,
serena, mineral, desnuda,
sensitiva y cálida
que, sumada a lo demás,
hace único este paisaje
más acá de la mirada.

XVI.

Dulce elemento,
tu suave morbidez
me hace más fuerte:
blandura que se amolda,
conciencia de mi cuerpo.

XVII. Meigetsu

Cielo de agosto:
en el agua del río,
baño de luna.

Bañas al sol
en el agua del río,
luna de agosto.

Sol reflejado
en la luna del río:
un baño a dúo.

Noche luciente,
luna de agosto y río,
baño de espejos.

kawa meigetsu
kagayaki no yoru
kagami-sensui

川名月
輝きの 夜
鏡 泉水

XVIII. Carpe diem

Cuerpo sensible
flotando en lienzo de agua:
¡gózalo ahora!

XIX.

Si estoy contigo
me haces entrar en mí
mientras me olvido.

Nado en la poza
hendida entre las rocas:
soy yo y ondina.

XX. Cromatismos

Flor del espliego,
te miras en el río
y ondeas brisas.

Azul libélula
planeando sobre el agua:
sorbes la vida.

Cuerpo liviano,
bajo el cielo zafiro
bañas tus sueños.

Colores que abren
la mirada hacia adentro:
la paz del agua.

Sin ningún ruido,
cromatismos sutiles:
goce armonioso.

XXI.

El sol destella
en la gruta fluvial:
frágil mobile.

XXII. Crepúsculo desde la orilla

Luz solar póstuma
acierta al avión:
mosca de plata.

Río de vida:
a la puesta del sol
me haré de agua.

Durante el baño
me darás un poema:
sabor de espliego.

De tu color
sacaré un buen retrato
a la hora azul.

XXIII.

Dormir sobre agua:
el infinito se ensancha
en un gran bang.

XXIV.

Verano que huye:
me despido del río
en hora huraña.

XXV. Armonía con río de fondo

Rumor fluyente:
música que desciende
sin estridencias.

Luz de silencio:
solitud, reflexión,
goce del yo.

Recogimiento:
fuente de poesía
que arde por dentro.

Todo es posible:
escucharé esta noche
cantos de esferas.

XXVI. A orillas del Bergantes

Viento otoñal:
árboles de oro viejo
lloran estrellas.

Ramas desnudas
alzan brazos al cielo.
A sus pies, hojas.

XXVII.

Fundida en mí,
dejo flotar mi cuerpo
de agua en el agua.

XXVIII.

Roca empapada,
musgo de terciopelo:
sueño del tacto.

XXIX.

Tú, Sol, de noche,
reflejado por Luna
caes al río.

Luna coqueta:
seductora, lo has vuelto
un fuego de agua.

XXX.

Lámina líquida:
la libélula acecha
el alto cielo.

XXXI.

Mis pies desnudos,
después de la tormenta
te añoran, río.

XXXII.

Blanco luminoso
se vuelve de noche el Sol
al contemplarse en Luna llena
que arroja sus reflejos desde el río
y entre los dos le dibujan
temblorosos tatuajes de plata
sobre su piel ondulada.

Colofón: El río y la sombra

Mi larga sombra
se adentra en el Bergantes:
busca a su musa.

Halla un poema
escondido en su lecho:
lo libra al aire.

¡Vuela, palabra, vuela…!

Aguaviva de Bergantes (Teruel), 25.3. 2001 / Barcelona, 9.9.2019

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