Como ala exhausta de gaviota
se agita tu sueño
que se entreabre,
que se entrecorta
entre tu sombra y mi pecho,
entre los que están y los que te esperan.
Y siempre tímido a la caricia,
aceptas mi mano,
y tu piel es rugosa y suave,
y de tu mirada, abatida y cansada,
que me habla y que me cuenta,
asoma una gota salada.
Y contra un muro de sal negra,
baten olas de lágrimas,
baten nubes de besos totales,
de bocas que te cantan,
de voces que se alejan.
Y hoy el cielo se viste de gala,
y una alfombra verde como el trigo de primavera,
y blanca como espuma de mar,
sale a tu encuentro.
Y tú, vestido de diario,
aguardas entre cañadas de arena roja,
con tu sombrero y tu bastón de cedro
sin más anhelo que alcanzar el cielo.
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