Lo negra que me pongo ahora,
a cualquier hora,
¡madre, madre!
y sin quemarme
así me tumbe al sol
a las tres de la tarde.
Hasta en la sombra me pongo negra,
no roja, no,
negra,
¡madre, madre!
Y lo claros
que se me ponen los ojos ahora,
a cualquier hora,
no como antes;
la monda
—bien te reías—
de castaña o de aceituna
según qué luz me mirase.
Si tú vieras
lo que me cuesta reconocerme ahora,
a cualquier hora,
¡madre, madre!
OPINIONES Y COMENTARIOS