¡Ay mamita!, que me pariste, que pujaste, que me trajiste a la vida

Juraste darme una vida mejor para la mía, prometiste que nadie

me daría brincones fuertes en la cara, mientras que yo,

dentro de tu barriguita, sentía como apretujabas la garganta

de dolor, de rencor, por cada golpe,

por cada palabra de aquel que decía jurarte amor,

por que mientras yo no nacía,

tu alma se la llevaba aquel viento,

que tenia por nombre infierno invernal.

Ay mamita, como no recordar, como bajábamos al mercadito,

yo, desde tus entrañas, ¡pero fuerte!, ¡muy fuerte!,

diciéndote que hoy el cielo se llenaría de estrellas y nubes hermosas, dibujando tu enorme cabellera larga, lacia y negra,

abrazadas por las trenzas que daban esencia a tu cuerpo,

pero sentía como tu enormes ojos claros se llenaban de lágrimas

al ver que en la mesa no había nada de comer.

¡Resiste Wawita!, ¡Tukuy sunquywanmi kuyayki wawita!sentía tu voz quebrada pero muy fuerte!

¡Lleve verduras, casero!,¡Para la sopa, para el almuerzo, para la cena! Escuchaba tu voz fuerte, mostrandole al mundo, que el miedo es pasajero y que las ganas de luchar sigue en pie.

Eres grande mamita, como las montañas, fuerte como el roble y dulce como la caña de azúcar y eterna como el río. Tu recuerdo siempre estará en mi, por que aún no estés hoy aquí, miro todos los días al cielo y veo dibujo tu rostro en miles de estrellas en el firmamento

Aún recuerdo aquella noche mamita, llegando de trabajar, cuando los golpes del machismo apagaron tu dulce voz, tu alegría, pero nunca apagaron mi voz.

Hoy después de 20 años de llorar tu partida, lucho por ti, como luchaste por mi, por aquellas que aún están envueltas de lágrimas, pero nunca de miedo, por que el coraje, lo tenemos desde las entrañas.

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