Existen incertidumbres
-peligrosas, inoportunas, necesarias-
que estremecen la piel, la conciencia,
el cuerpo.
Incertidumbres que nos abordan en momentos de ruptura,
de fracaso, de decisión o de creatividad.
La incertidumbre de quiénes somos y por qué somos.
El ignorar el qué seremos.
El desconocer a dónde iremos
.
Disculpa Benedetti.
No han cambiado las preguntas porque aún no tenemos todas las respuestas.
Se sugiere, se teoriza, se supone, pero,
¿quién ha estado antes de la vida y después de la muerte
para dejar en tinta tibia su testimonio
o su huella en el paso infinito de todos los tiempos?
Se puede elegir la respuesta de la razón,
la de la ciencia y sus métodos infalibles.
Podemos explicarnos a nosotros mismos a través de fórmulas y ecuaciones.
De variables, tangentes, cinética y reacciones.
Atómicas y moleculares.
Sinérgicas y transversales.
O bien sugerir que somos polvo de estrella.
Una combinación perfecta de elementos químicos en total equilibrio,
y que estamos hechos de la misma materia que compone en su complejidad el universo,
que somos oxígeno, carbono y más que eso.
Podemos decir también que somos evolutivos,
animales conscientes con un lenguaje exquisito.
Articulado y complejo,
con evidencias imborrables en los suelos de Marruecos,
inventivos y sociales.
Bípedos que aprendieron a medir el paso del tiempo
en el transitar de la luna y las estrellas.
Que entendieron sus entornos y crearon herramientas,
y que desarrollaron también la agricultura
para después fincar grandes ciudades.
Podemos decir y decir y decir.
Y suponer
Y teorizar
Pero yo pienso que somos poesía.
Soy poesía.
Me construyo de símbolos, iconografías
y estructuras de pensamiento,
emerjo de la ribera de un verso
y me cultivo en las orillas de un río.
Me encuentro en las letras.
Existo aquí.
Nazco en donde haya un espacio en blanco,
entre la furtiva danza de palabras, oraciones y párrafos.
Me reivindico en el color de mi piel, morena,
que me habla de mi historia, mi familia
y la pobreza de mis abuelas.
De sus violencias vividas y las heridas abiertas,
del abandono de sus comunidades en nombre de la supervivencia.
Llevo en mí el dolor de mi madre y el cansancio de mi padre.
Sus pérdidas, sus luchas, sus pasados,
ellos me construyeron.
Soy espinoza como mis ancentras.
Flores nacidas en el centro del semidesierto,
siempre resistiendo, siempre vivas, siempre floreciendo,
¡INMARCESIBLES!
Con mis virtudes y mis defectos,
con mis aprendizajes y mis anhelos,
con mis palabras filosas e hirientes,
pero también con letras sanadoras.
Soy resistencia,
miedo y esperanza.
Soy llanto desesperado.
Sé quién soy.
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