Creció la hierba y las ramas del árbol.

¿Mi juventud? Lejos de las raíces.

Pero yo sé quién lo niega.

Para él no pasa el tiempo.

Vive como un mártir entre llantos fingidos.

Da golpes y golpes.

Sus rabietas son el peligro.

Por él, pido disculpas.

Porque ni en una frase larga, de un poema estrecho, podría resumir su egocentrismo.

Al final dará lo mismo.

El infinito le convertirá en polvo y poco más.

Y el poema comenzará de nuevo.

Sin él. Sin nosotros.


Creció la hierba y la ramas del…

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