Empirismo sin título

Empirismo sin título

Nerea Vergara

12/07/2019

Sin título, nº1

En tantos y cuantos menesteres,

entre ruinas humanas me encuentro,

cuando doy un paso, si no dudo, me lamento.

Asombrada por sombras bicéfalas,

abrumada por brumas en creaciones amparadas

entre sutiles telarañas de pereza

voy hallando, tímida y espesa,

un lugar seguro entre rincones desalentados.

Si encuentro miedo me desvelo,

si encuentro risas me detengo,

si encuentro ardores me consumo en ellos.

La Creación es una musa caprichosa

que me mira en el espejo y se sonroja.

Dan ganas de invocarla

-Bloody Mary, Bloody Mary, Bloody Mary-

y retenerla entre cristales petulantes.

Una vez más escribo y abandono,

las palabras se convierten en caminantes

y en selecta huida escapan,

suben,

bajan,

se evaporan.

Una vez más he vuelto a la salida

iluminada por cuervos y gaviotas,

salvajes carroñeros a punto de dar el último mordisco.

Una vez más,

me he perdido en el desierto.

Sin título nº2

Añorante de musas parapléjicas,

descendiente de tritones y ballenas,

perdida en la espuma de una ola bailarina

me camuflo en un manto de rutina.

Qué importancia tiene

ver el mar desde la montaña

si en el cambiante cielo de mañana

no hay más que sombras de sílabas.

Óyenme los espíritus del bosque,

desfilando en las escamas del derroche

y cuando abro los ojos

ya se han fundido los faros del coche.

Aquí espero, en un autocine de PlayMobil

atrapada de nuevo entre palabras

que no significan nada.

Pero no hay orgasmo que supere

lo que esas hadas me provocan;

gozo, temblor, sudores en la boca.

Y, de nuevo, un callejón sin salida.

Y, de nuevo, me envuelven las alas del día a día.

Sin título nº3

De siempre y hasta nunca

me he perdido de nuevo

en la cáscara de huevo

que brota de la nuca

de un hombre hueco.

Hallándome encontrada

me retuerzo y me camuflo

en los pliegues de tu falda,

de nuevo segura del mundo.

Perdida por ti y por mí,

tristemente abandonada,

he olvidado -¡tonta de mí!-

cómo se respiraba.

Inspiro

Expiro

Inspiro

Expiro

Nuevamente abandonada.

Sin título nº4

Desterrada de la memoria y del olvido

estoy sintiendo en el camino

el vuelo de la alondra sobre el olivo.

A veces me pierdo, y es que la senda no es eterna,

cuando hiela la tormenta

ha llegado el momento de caer en la cuenta.

Solo a veces consigo dar un paso

y es que siento que ya no callo

cuando me haces un gesto, no amo.

Las palabras se han quedado en un rincón,

en el ángulo oscuro, como el arpa,

olvidadas.

Y es que no encuentro el momento

de decir ¡cuánto lo siento!

Por que si algo es cierto,

es que siento.

Sin título, nº5

Me permito el lujo de hacer una suspensión

y abrir un paréntesis

en el patetismo de los versos.

Por que hay cuestiones más banales,

pero también más mentales,

que exigen mi atención.

Sin título, nº6

Es una llamada de atención.

Es un suspiro en el último bastión.

A veces, creo que he perdido la razón.

Pero, ¿qué me importa? Me queda el corazón.

Y, ¿ahora qué te queda? Me quedo yo.

Yo sigo aquí, resistiendo.

Sin título, nº8

La muerte es como un acompañante fumador,

como un borracho empedernido

se empeña en subrayar su existencia

en el olvido.

Porque si algo es cierto es que la olvidamos,

por eso, como buena amante,

se sienta celosa a esperar el momento

de hincar por última vez el diente.

Sin título, nº9

Los colores se me escapan.

La muerte es un ave rapaz,

que tras el espejo observa,

preparada, lista… ¡ya!

Una nueva dentellada,

y arranca de nuevo el azul,

el verde oliva, el aguamar.

¿Qué me importa?

Solo puedo respirar.

Seguir respirando… hasta el final.

Sin título, nº12

Y el caso es que me pregunto:

¿por qué no alzar la bandera blanca?

Puede que esa sea mi última esperanza,

pero siempre es duro despedirse de casa.

Recuérdame que me mantenga en pie,

cuando llegue la tormenta.

Sin título, nº13

Como el humo se me escapan

los silencios.

Se quedan sobre el cielo,

mirando.

Hay demasiados pesos

sobre los hombros viejos

de mi juventud…

Y cantando

reinicio mi marcha hacia el campo

necesito ver al último vástago

de mi libertad.

Sin título, nº17

Cuando cae la noche

los errores me observan desde la ventana.

Son los murciélagos de la Ciudad del Chocolate

y esperan,

sumergidos en las sombras,

a que me precipite al sepulcro del sueño

para atravesar los cristales,

arrastrarse por el suelo,

penetrar mi boca

mis axilas

mi sexo.

A veces,

tan solo a veces,

hacen que me sienta pequeña.

A veces,

tan solo a veces,

hacen que me sienta sola.

A veces,

tan solo a veces,

me hacen ver en el espejo

a Lilith, a Pandora

y a Eva, la seductora.

Y siempre,

siempre que saco fuerza de la planta de los pies,

se precipitan de nuevo a las sombras

y esperan,

cuervos repugnantes,

a que se me muera el alma.

Sin título, nº 19

Pongo en duda fuego y tierra

Pongo en duda país y bandera

Pongo en duda aire y agua

Pongo en duda la escarcha

que puebla los caminos

que amenaza

con cubrir las telarañas de mi rincón secreto

Sin título, nº 23

He vuelto a olvidarme de comprar clínex.

En mi estúpida esperanza

he vuelto a creerme fuerte.

Sin título, nº 27

El calor ha empezado a abrasar conciencias en la Ciudad del Chocolate.

Es entonces cuando

una figura de metro y medio

permanece sentada en la cama

cabellos mojados

suena Apologize

Sin título, nº 29

¿Quién eres tú?

Oscura sombra

que siempre observas,

descarada y frígida,

mi triste figura desde el cristal de espejo.

¿Quién eres tú?

Fantasma tripulante

de un navío enardecido

de pasiones, fuegos y delirios.

Consumida en febriles sueños

avanzas, sin importarte si cielo y tierra

se estremecen bajo tus doloridos pies.

A menudo me observas,

indignada, preguntándote cómo

puedo ser tan cobarde.

Preguntándome cómo puedo ser tan cobarde.

Sin título, nº 30

A El Abuelo

La piel

arrugada

La ropa

planchada

Siempre a la cabecera.

Mirada

traviesa

Respiración

mezquina

y siempre

esa sonrisa.

Era él

el de la risa melindrosa,

el del buche lleno

el de “la familia es lo primero”

(aunque nunca lo dijera, lo pensaba,

lo demostraba,

en cada uno de sus actos)

Era él

el que supo irse

con elegancia

como vivió

a un lado y siempre atento

para arreglar

todo lo que no funcionaba.

Sin título, nº 32

Rehecha

en jirones

de arena

Sin título, nº 33

Elegía a la muerte-vida de todos los poetas.

Hay unos ojos lamentados

en la esquina con calle Melancolía.

Madrid y Buenos Aires son ingentes pensamientos

patéticos escenarios de las andanzas

de la princesa de la boca de fresa.

¿Cómo vivir

como Fray Luis

cuando ya no queden poetas?

No te olvides de recordar

al ángel González.

Y que sea tu madrina,

la más prohibida de todas las frutas.

Sin título, nº 37

Es difícil hacer un buen soneto

cuando hablan de la notable forma.

Podría haber dado con esta, mi horma,

si no estuviese acabando el cuarteto.

Pero no es que yo tema lo concreto,

empeñada en crear la nueva norma,

repudiar lírica contrarreforma

resulta más obtuso que perfecto.

Mas es gran señora, deidad divina

para las víctimas de la poesía,

en laurel y tribuna concebida,

la tradición o la fértil vagina,

la que por tanto poetastro porfía,

la que ningún docto doctor olvida.

Sin título, nº 38

Una vez al mes,

nacen de mi vientre

las potencialidades fracasadas de la vida.

No por ello me siento menos humana,

menos creación divina,

quizá a veces más triste, más sola, menos viva.

Pero al contrario que la vida,

aquella descarga brutal de fluidos y drogas naturales

que penetran en mi sangre y amansan mis sentidos

me vuelve más agradecida,

me recuerda, al fin,

que sigo viva.

Sin título, nº 39

¿Qué hay en mí, que me es ajeno,

porque mirar sigo mirando

aquella sombra del espejo?

Ella no para de mirarme

me contempla y se ríe

sin temer que mi alma se derrame.

Invocarla es un absurdo,

no se irá de mi lado

mientras pueda recordarcómo volver al mundo.

(ella o yo, difícil saberlo)

Sin título, nº 40

A La Abuela

Existe un lugar, más allá de la vuelta de la esquina de tu mente,

donde los fantasmas juegan una partida al ajedrez.

Desde allí sé que nos miras,

reunida por fin con los que no olvidan

a estos pobres prematuros.

Te sentí marchar, una noche de verano,

y lamenté tener los pies tan firmes en suelo

que no podía subir a decirte “te quiero”.

Espero que el viaje, la última etapa,

te haya calmado la angustia del desarraigo.

Espero que al otro lado te estuviesen esperando ellos

dispuestos a recibirte como nos reciben cada noche en su seno.

Ahora tú, como ellos,

vigilas nuestro sueño,

como velaste el pathos

de tres generaciones.

Sin título, nº 56

“¿Qué seré yo cuando ya no sea yo?”

Últimamente pienso mucho en sus versos, don Ángel.

“¡Qué duro es acabar una etapa!”

Últimamente, abuelo, pienso mucho en tus palabras.

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