Sin título, nº1
En tantos y cuantos menesteres,
entre ruinas humanas me encuentro,
cuando doy un paso, si no dudo, me lamento.
Asombrada por sombras bicéfalas,
abrumada por brumas en creaciones amparadas
entre sutiles telarañas de pereza
voy hallando, tímida y espesa,
un lugar seguro entre rincones desalentados.
Si encuentro miedo me desvelo,
si encuentro risas me detengo,
si encuentro ardores me consumo en ellos.
La Creación es una musa caprichosa
que me mira en el espejo y se sonroja.
Dan ganas de invocarla
-Bloody Mary, Bloody Mary, Bloody Mary-
y retenerla entre cristales petulantes.
Una vez más escribo y abandono,
las palabras se convierten en caminantes
y en selecta huida escapan,
suben,
bajan,
se evaporan.
Una vez más he vuelto a la salida
iluminada por cuervos y gaviotas,
salvajes carroñeros a punto de dar el último mordisco.
Una vez más,
me he perdido en el desierto.
Sin título nº2
Añorante de musas parapléjicas,
descendiente de tritones y ballenas,
perdida en la espuma de una ola bailarina
me camuflo en un manto de rutina.
Qué importancia tiene
ver el mar desde la montaña
si en el cambiante cielo de mañana
no hay más que sombras de sílabas.
Óyenme los espíritus del bosque,
desfilando en las escamas del derroche
y cuando abro los ojos
ya se han fundido los faros del coche.
Aquí espero, en un autocine de PlayMobil
atrapada de nuevo entre palabras
que no significan nada.
Pero no hay orgasmo que supere
lo que esas hadas me provocan;
gozo, temblor, sudores en la boca.
Y, de nuevo, un callejón sin salida.
Y, de nuevo, me envuelven las alas del día a día.
Sin título nº3
De siempre y hasta nunca
me he perdido de nuevo
en la cáscara de huevo
que brota de la nuca
de un hombre hueco.
Hallándome encontrada
me retuerzo y me camuflo
en los pliegues de tu falda,
de nuevo segura del mundo.
Perdida por ti y por mí,
tristemente abandonada,
he olvidado -¡tonta de mí!-
cómo se respiraba.
Inspiro
Expiro
Inspiro
Expiro
Nuevamente abandonada.
Sin título nº4
Desterrada de la memoria y del olvido
estoy sintiendo en el camino
el vuelo de la alondra sobre el olivo.
A veces me pierdo, y es que la senda no es eterna,
cuando hiela la tormenta
ha llegado el momento de caer en la cuenta.
Solo a veces consigo dar un paso
y es que siento que ya no callo
cuando me haces un gesto, no amo.
Las palabras se han quedado en un rincón,
en el ángulo oscuro, como el arpa,
olvidadas.
Y es que no encuentro el momento
de decir ¡cuánto lo siento!
Por que si algo es cierto,
es que siento.
Sin título, nº5
Me permito el lujo de hacer una suspensión
y abrir un paréntesis
en el patetismo de los versos.
Por que hay cuestiones más banales,
pero también más mentales,
que exigen mi atención.
Sin título, nº6
Es una llamada de atención.
Es un suspiro en el último bastión.
A veces, creo que he perdido la razón.
Pero, ¿qué me importa? Me queda el corazón.
Y, ¿ahora qué te queda? Me quedo yo.
Yo sigo aquí, resistiendo.
Sin título, nº8
La muerte es como un acompañante fumador,
como un borracho empedernido
se empeña en subrayar su existencia
en el olvido.
Porque si algo es cierto es que la olvidamos,
por eso, como buena amante,
se sienta celosa a esperar el momento
de hincar por última vez el diente.
Sin título, nº9
Los colores se me escapan.
La muerte es un ave rapaz,
que tras el espejo observa,
preparada, lista… ¡ya!
Una nueva dentellada,
y arranca de nuevo el azul,
el verde oliva, el aguamar.
¿Qué me importa?
Solo puedo respirar.
Seguir respirando… hasta el final.
Sin título, nº12
Y el caso es que me pregunto:
¿por qué no alzar la bandera blanca?
Puede que esa sea mi última esperanza,
pero siempre es duro despedirse de casa.
Recuérdame que me mantenga en pie,
cuando llegue la tormenta.
Sin título, nº13
Como el humo se me escapan
los silencios.
Se quedan sobre el cielo,
mirando.
Hay demasiados pesos
sobre los hombros viejos
de mi juventud…
Y cantando
reinicio mi marcha hacia el campo
necesito ver al último vástago
de mi libertad.
Sin título, nº17
Cuando cae la noche
los errores me observan desde la ventana.
Son los murciélagos de la Ciudad del Chocolate
y esperan,
sumergidos en las sombras,
a que me precipite al sepulcro del sueño
para atravesar los cristales,
arrastrarse por el suelo,
penetrar mi boca
mis axilas
mi sexo.
A veces,
tan solo a veces,
hacen que me sienta pequeña.
A veces,
tan solo a veces,
hacen que me sienta sola.
A veces,
tan solo a veces,
me hacen ver en el espejo
a Lilith, a Pandora
y a Eva, la seductora.
Y siempre,
siempre que saco fuerza de la planta de los pies,
se precipitan de nuevo a las sombras
y esperan,
cuervos repugnantes,
a que se me muera el alma.
Sin título, nº 19
Pongo en duda fuego y tierra
Pongo en duda país y bandera
Pongo en duda aire y agua
Pongo en duda la escarcha
que puebla los caminos
que amenaza
con cubrir las telarañas de mi rincón secreto
Sin título, nº 23
He vuelto a olvidarme de comprar clínex.
En mi estúpida esperanza
he vuelto a creerme fuerte.
Sin título, nº 27
El calor ha empezado a abrasar conciencias en la Ciudad del Chocolate.
Es entonces cuando
una figura de metro y medio
permanece sentada en la cama
cabellos mojados
suena Apologize
Sin título, nº 29
¿Quién eres tú?
Oscura sombra
que siempre observas,
descarada y frígida,
mi triste figura desde el cristal de espejo.
¿Quién eres tú?
Fantasma tripulante
de un navío enardecido
de pasiones, fuegos y delirios.
Consumida en febriles sueños
avanzas, sin importarte si cielo y tierra
se estremecen bajo tus doloridos pies.
A menudo me observas,
indignada, preguntándote cómo
puedo ser tan cobarde.
Preguntándome cómo puedo ser tan cobarde.
Sin título, nº 30
A El Abuelo
La piel
arrugada
La ropa
planchada
Siempre a la cabecera.
Mirada
traviesa
Respiración
mezquina
y siempre
esa sonrisa.
Era él
el de la risa melindrosa,
el del buche lleno
el de “la familia es lo primero”
(aunque nunca lo dijera, lo pensaba,
lo demostraba,
en cada uno de sus actos)
Era él
el que supo irse
con elegancia
como vivió
a un lado y siempre atento
para arreglar
todo lo que no funcionaba.
Sin título, nº 32
Rehecha
en jirones
de arena
Sin título, nº 33
Elegía a la muerte-vida de todos los poetas.
Hay unos ojos lamentados
en la esquina con calle Melancolía.
Madrid y Buenos Aires son ingentes pensamientos
patéticos escenarios de las andanzas
de la princesa de la boca de fresa.
¿Cómo vivir
como Fray Luis
cuando ya no queden poetas?
No te olvides de recordar
al ángel González.
Y que sea tu madrina,
la más prohibida de todas las frutas.
Sin título, nº 37
Es difícil hacer un buen soneto
cuando hablan de la notable forma.
Podría haber dado con esta, mi horma,
si no estuviese acabando el cuarteto.
Pero no es que yo tema lo concreto,
empeñada en crear la nueva norma,
repudiar lírica contrarreforma
resulta más obtuso que perfecto.
Mas es gran señora, deidad divina
para las víctimas de la poesía,
en laurel y tribuna concebida,
la tradición o la fértil vagina,
la que por tanto poetastro porfía,
la que ningún docto doctor olvida.
Sin título, nº 38
Una vez al mes,
nacen de mi vientre
las potencialidades fracasadas de la vida.
No por ello me siento menos humana,
menos creación divina,
quizá a veces más triste, más sola, menos viva.
Pero al contrario que la vida,
aquella descarga brutal de fluidos y drogas naturales
que penetran en mi sangre y amansan mis sentidos
me vuelve más agradecida,
me recuerda, al fin,
que sigo viva.
Sin título, nº 39
¿Qué hay en mí, que me es ajeno,
porque mirar sigo mirando
aquella sombra del espejo?
Ella no para de mirarme
me contempla y se ríe
sin temer que mi alma se derrame.
Invocarla es un absurdo,
no se irá de mi lado
mientras pueda recordarcómo volver al mundo.
(ella o yo, difícil saberlo)
Sin título, nº 40
A La Abuela
Existe un lugar, más allá de la vuelta de la esquina de tu mente,
donde los fantasmas juegan una partida al ajedrez.
Desde allí sé que nos miras,
reunida por fin con los que no olvidan
a estos pobres prematuros.
Te sentí marchar, una noche de verano,
y lamenté tener los pies tan firmes en suelo
que no podía subir a decirte “te quiero”.
Espero que el viaje, la última etapa,
te haya calmado la angustia del desarraigo.
Espero que al otro lado te estuviesen esperando ellos
dispuestos a recibirte como nos reciben cada noche en su seno.
Ahora tú, como ellos,
vigilas nuestro sueño,
como velaste el pathos
de tres generaciones.
Sin título, nº 56
“¿Qué seré yo cuando ya no sea yo?”
Últimamente pienso mucho en sus versos, don Ángel.
“¡Qué duro es acabar una etapa!”
Últimamente, abuelo, pienso mucho en tus palabras.
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