Nunca en la vida había extrañado tanto las ganas de tener los pies dentro de húmedas para saber también una vez más, que el silencio es tan lejano como todos los horizontes. Era el día quinto de la semana, por lo que eligió salir temprano por la mañana. Llevaba un sombrero que había tomado de las repisas de alguna tienda, y que ocultaba con su extraña manía de reírse de quienes lo miraban, y un abrigo gris cubría todo el resto de su templada humanidad. Caminaba más sigiloso que los hielos que se derretían lentamente en sus vasos, con pasos constantes en medio del tumulto; y es que le gustaba salir por ahí a cualquier hora, pensar que nadie sabía sobre su existencia en la tierra y, mucho menos de su constante osadía al momento de amar los bellos ojos que miran las estrellas, y hacen colapsar las angustias de sueños distantes. Por un momento quiso ser más nada, su sombrero estaba a su lado derecho, y el abrigo entero colgado sobre los ganchos del lugar. Se dice que el tipo que cuenta con el concepto más profundo analizable dentro de la psicología del idealismo morirá sentado por miedo a romperlo, y materializar cualquier pensamiento, así parecía estar Luis que luego de acomodarse sintió el deseo de no volver jamás en la vida a levantarse, la mesa colorida le sujetaba los brazos y él observaba como llegaba un tipo descuidado en su aspecto, y en su caminar,

– es cierto viejo.- le dijo el tipo, que reía por dentro de la libertad del lugar.- por cierto, uno nunca deja sus penas, son tan mías que sería una insensatez, como una vez hace mucho, pasaban los días y la suerte solía ser un deseo recurrente en mis sueños, ciertas veces me preguntaba si alguien llamaría a mi puerta y regalaría a mi conciencia la tranquilidad que da el bienestar en cualquier ámbito del deseo.- decía de manera distendida el tipo que había llegado hace un rato. Mientras tanto Luis escuchaba distante las palabras del hombre en la compañía del tipo detrás del mesón, al cual no le había lanzado mirada alguna, tampoco en el momento de haber entrado al lugar. Algo aconteció en un leve lapsus que deja exento de culpabilidades al tiempo. Luis sentía llamas no visibles para el pensamiento, y los recaudos desaparecían en su mirada. La angustia era una burlesca cascada que parecía condenada a la eternidad. Aunque ambos continuaban. – la primera vez que tuve la oportunidad de sentirme afortunado, fue la vez que me encontré con un tipo de mucho dinero en una somnolienta noche de invierno. Me regaló algunas monedas por haberlo ayudado a encontrar su mascota, el parecía realmente desesperado, y yo lo ayudé sin mayores problemas, y encontré a su mascota que no estaba a más de unas calles de lugar. Se acercó y luego de darme las gracias me pasó unas monedas que estaban tan frías como el invierno, y para sorpresa mía se burló de mi pobreza sin ningún eufemismo, con palabras más claras que el propio deseo de suerte del cual te estaba hablando.- el viejo ordenaba algunos vasos, pero lo escuchaba con atención; no quería inferir tardíamente algún trago gratis, para interferir con una asociación más espectacular en la historia del pobre tipo, que continuaba. – cuando se fue aquél hombre de dinero me sentí devastado por las preguntas, si bien me había regalado unas monedas se había burlado de mi abiertamente, pero luego pensé que sus pobrezas debían ser más grandes que las mías, que me encontraba en un colchón rancio y cubierto por diarios similares a lo chales cuando los ordenas como debe ser, pero luego me dije: y si sus pobrezas, esas las que había pensado anteriormente se habían revelado ante sus ojos, pobrezas sentimentales echas hombre, y bueno el tipo, en ese caso que más hubiera podido hacer, aunque en honor a la verdad debió solamente haber agradecido mi noble gesto. No te niego.-le seguía diciendo al viejo.- que por un instante sentí que era una obra de arte de la pobreza, pero al instante siguiente recordaba la insensatez de su risa mientras me miraba a los ojos, y recordaba que aquellos hombres mueren sin saber que sus pobrezas son las mismas risas superficiales que les provoca el dinero, y cuando se encuentran solos con sus pensamientos no logran percibir lo superficial de sus almas. Me sentí tan afortunado que aquél hombre riera en mi cara, porque pudo ver la verdad de su alma en mi aspecto de vagabundo de aquel entonces, y quizá sería lo único realmente real que haya hecho alguna vez en la vida, aunque claro, tuve que pensar bastante para llegar a esa conclusión, y más aún cuando llegó mi amada con su caminar danzado que me gustaba tanto, se movía de un lado para el otro, tambaleaba como los botes en los lagos, así sutilmente – y con la gracia con la que observa el enamorado – dijo el cantinero, como si alguna vez en la vida le hubiera pasado lo mismo.- claro, pero yo no solo la observaba, sino que ella me veía de la misma forma, y se había cumplido mi deseo en su totalidad.- no siempre lo miran a uno con tanto aprecio, y menos dos veces en la misma noche.- Dijo con leve sarcasmo el cantinero luego de escucharlo. Entendió que estaba pagado y como no quería que se fuera aún el tipo, le regaló el último trago,

Luis se levantó, y caminó firme hacia el mesón, y con sus ojos tranquilos al igual que su pulso sacó una navaja que lo acompañaba a diario.

Degolló lentamente el cuello al tipo que bebía su trago, colocó su sombrero en el mesón, y fue lo último que alcanzó a ver, mientras caía muerto con la sonrisa en el cuello. La muerte se mostró tranquila, como un árbol que se posa debajo de un ave.

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