“De repente, no se requiere boleta para salir a la calle y proyectarle al mundo desde una pantalla, una palabra y una fotografía; un suburbio extraordinario”
Solo resta cruzar la calle quinta y extender el cuello totalmente hacia arriba para poder observar un gigantesco mural “Yo amo Siloé”. Ahí en el occidente de Cali, las noches son tan bonitas, pues desde lo alto se asoma, un colorido, luminoso, bullicioso y amontonado dibujo; un lugar donde durante el día colma el escándalo y en las noches aún más; aquel día de mi visita, los equipos gritaban a todo pulmón “Cali Pachanguero” de Grupo Niche ¡Qué palpitante y escalofriante sonido! Estando dentro rodeado de fachadas multicolores, se vive una frecuencia distinta.
Es un lugar donde no existe horario y mucho menos se padece de vértigo para colgarse desde el precipicio de un balcón y disponerse a observar en primera fila: el habitual y no habitual comportamiento urbano; las callecitas estrechas, encaramadas unas sobre otras; gatos alpinistas y boxeadores en los tejados; jardines descuidados; en callejones, sombras lujuriosas; y calzoncillos tomando el sol.
Un lugar donde es fascinante y preferible ser niños siempre; donde cabalgar en la parte trasera de un jeep acabado y tambaleante es sentirse adultos temerarios; un dúo heroico se lanza desde la cumbre de una montaña rusa en patineta; magnates al dominar el arte de “jugar bolas”; y millonarios al exhibir los juguetes traídos por el Niño Dios.
Apetitosos pasabocas callejeros desafían tu insaciable estómago; el ventarrón de las cuatro de la tarde te enfrenta a una balacera de arena en los ojos y jalonea con fuerza los cabellos.
¡Sus empinadas carreteras saben cuándo es domingo! Y se trasforman en: un arrítmico musical; un fogón de leña para “el sanchocho dominguero”; una pista de baile, de cumpleaños, matrimonios, quince años y baby shower; de ¡Vecina, le encargo tres tamales pa`el almuerzo!; y entonces, un vaivén de pensamientos y acciones radiantes, interrumpen la rutina.
En un agosto sus cielos se nublan con millones de arcoíris voladores, enganchando el público con todo un espectáculo animado en las terrazas; y mientras tanto, malvadas intenciones se esconden tras los árboles, listas y preparadas en la captura de las desorientadas cometas.
Navidad en Siloé, se convierte: en el rincón turístico de muñecos de trapos, algodón y pólvora en Año Nuevo; chispitas mariposas, en lámparas de Aladino; desde las casas, la natilla y el buñuelo son acechados y prefieren huir a engordar las Novenas Navideñas, los niños hastiados cantan villancicos y hacen retumbar impacientes maracas; un desfile de pequeños limosnean y danzan con máscaras diabólicas por todo el vecindario; donde Sr. Pene y Sra. Vagina se pintan las caras de amarillo para la buena suerte; donde la canción popular “Faltan cinco pa’ las doce” se convierte en el himno del momento, las personas huyen sin rumbo regalando abrazos y buenos deseos al vecino, la vecina, la amargada, el bulloso, la chismosa, el de la tienda, la del chance, la de las arepas, el pícaro, la coqueta, la modista, el mentiroso, la linda, el lindo, el bailarín, la loca, el piquiña, la chicanera y sin dirección alguna “el desubicado”; en ese instante, la amnesia enferma los problemas, resentimientos y las deudas, se olvida todo para sumergirse en un dichoso instante.
Andar a pie es el transporte más económico, rápido y seguro. Mientras caminas, puedes distraerte observando los rincones y las esquinas donde se forman persuasivos conversatorios; la cima de las piedras es el paradero ansiado por rostros fatigados, después de subir interminables y deformes escaleras; y el sol ardiente, sonríe malicioso desde arriba.
Un amanecer común puedes optar ser despertado por: el ¡¡¡Kikiriki!!! De un gallo; un ¡¡¡Pandebonos calientessssss a la orden!!! De la venta callejera; el ¡¡¡A levantarse haragán de la cama!!! De un vecino llamando un hijo; el perfume del desayuno proveniente de la cocina; por el frío filtrándose desde la ventana o el “¡¡¡Levántese mijo que le va a coger la tarde!!!” De una madre…
Una noche común las calles son invadidas de: ¡¡¡Hasta mañana vecino, que tenga buena noche!!! ¡¡¡Vea ¿Hasta cuándo lo espero?, entreseeeee que ya son las diez de la noche!!! ¡¡¡La que está en la olla es la comida de su papá!!! ¡¡¡¿Y las tareas? Ya las hizo!!! ¡¡¡Qué apague ese televisor, no le repito más!!! Y lo demás son carcajadas pegajosas, que se acompañan de elocuentes conversaciones.
Ninguna otra podría compararse con la vista panorámica al caer la tarde, miles de bombillas embellecen la planicie, y Siloé, celoso se defiende y enciende desde el pico de su montaña “una vanidosa estrella”.
¡¡¡Y de repente!!! Despierto conmocionada de recordar el singular barrio que me vio nacer; respirando agitada infancia; pero por el que hoy tránsito presumiendo su exquisita naturaleza, a quien me pregunta, ¿de dónde vengo?
Yessenia García P.
OPINIONES Y COMENTARIOS