No soy doctor pero ese niño de dieciseis años padecía esclerosis múltiple o algo así, iba en silla de ruedas y tenía una parálisis que asustaba. Su padre tardó seis minutos en entrarlo en el coche, y menudo cochecito, un Maserati Quattroporte de dientodiezmil euros, volante de madera y cuero, las molduras de madera, unos pedales regulables, la cortinilla trasera eléctrica, el climatizador de cuatro zonas y los asientos traseros calefactados, llantas Mercurio de veinte pulgadas y pinzas de freno rojas, una pasada vamos.
El padre entró en el coche, arrancó, qué sonido.
El coche se alejaba y al fin lo perdí de vista. En ese momento pensé que ese niño tenía mucha suerte de ser rico.
Lo tenía todo.
 
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 III Concurso de Historias de la calle
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