Ayer, ella caminaba hacia su oficina, le gustaba hacerlo al regresar de los restaurantes cercanos donde solía comer, así como ella, otra cantidad de gente lo hacía y este ritual de tanta gente joven, acomodada, bien arreglada, espigada y atlética, le imprimía a la zona un aire muy especial, de hecho, casi toda la cercanía, que no era de oficina, era de los edificios donde residían la mayor parte de ellos. Las aceras, los jardines que la bordeaban, el paisajismo elaborado con exquisito cuidado, todo en perfecta armonía, pero aquella tarde, por un casual dirigió la mirada sobre uno de los pequeños callejones y se topo con los ojos de él, quien sobre unos cartones, medio mojados, con algunos restos de basura de los restaurantes se hallaba escarbando entre los desperdicios.
No pudo evitar seguir mirándolo, pudo ver que él no esquivaba su mirada, ella tomó su celular, activó la cámara y después de varias tomas, siguió su camino al llegar a la oficina consiguió un momento para revisar las fotos.
Para su sorpresa lo había conocido antes, hace tiempo era como ellos, uno más, solo que ahora, había perdido su altivez, su suerte, entre otros cosas, un escalofrío le cruzó el cuerpo y acto seguido rompió a llorar.
Ilustración cortesía de Fuji Ichikara
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