Cada vez que voy de la ciudad al campo, me recibe esa larga calle llamada carretera, se traza serpenteando los valles y me deja en mi destino para seguir de largo. Es interminable la calle larga, conecta pueblitos viejos y olvidados hermanando a sus habitantes con su línea blanca que la adorna incansablemente, alguna vez fue una calle polvorienta y por ella solo transitaban jinetes, carromatos y carretas, ahora adorna el campo con su huincha de asfalto evitando llenar de tierra los álamos de sus orillas. La calle me lleva a mi infancia campesina y me trae al trabajo de la urbe, lo que la hace contrastar los paisajes de mis destinos donde me deja, la ciudad está llena de calles distintas con peatones apresurados y perros callejeros que son parte de las aceras. Pero a mí me gusta la carretera, adornada de flores silvestres, cercas de alambre, espinos florecidos y aire fresco. En cada kilómetro su paisaje variado es simplemente un deleite para los ojos, siempre distinto y el ir y venir de los vehículos la mantiene acompañada eternamente, quienes le dan sus caricias con el caucho rodante en su tránsito permanente.
Aunque a veces no se hace muy grata cuando se debe detener por largo tiempo en ella por culpa de algún accidente, tampoco es grato ver a la vera del camino algún gato o perro que encontró allí su muerte. La carretera por donde viajo no es distinta a las demás, pero me lleva a mi tierra natal, por eso quizás, la siento tan propia de mi existencia y tan mía, fui testigo de su cambio de piel, dejó de ser un camino de tierra y de ripio en mi pueblo y cambió su cara por el pavimento, sigue siendo la misma, la que me recibe, me trae y me deja, la calle nunca cambia, solo cambia el tiempo y sus exigencias, cambiaron los automóviles a los jinetes y las carretas.
Siempre es grato caminar por ella, sobre todo en las tardes cuando la temperatura refresca, o muy temprano cuando está más tranquila, sin camiones monstruosos, para contemplar lo extensa que es la calle eterna. Se baña de lluvias en invierno y se quema de sol en verano, se viste de colores distintos según la ocasión, la carretera es la ilusión de quienes viajan, la esperanza de quien espera, siempre es agradable tener esa sensación que al final de tu trayecto el paisaje es distinto y es distinto hasta el sol.
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