Galea, pertenecía a si misma, nadie le enseñó a ser buena o mala, simplemente, soñaba con formar parte de algo, la cuidó un vagabundo de ochenta años que la encontró en el vertedero, se preocupó por ella hasta que tuvo los siete años de edad y desgraciadamente, el pobre, falleció; la cuidó como si fuera su propia hija, fue muy duro para ella afrontar esta nueva etapa, totalmente sola y a tan corta edad.
Vivían en un puente de el que tuvo que marcharse tras la muerte de Klaus, porque no era un lugar bastante seguro, fue a un bosque, no muy lejos como a unos cincuenta kilómetros de allí; lloraba desconsolada y reflexionando, sobre, que sería de ella a partir de ahora.
Iba caminando desfallecida y con mucho frío, a lo lejos, pudo divisar unas puertas entre abiertas a las que se acercó a mirar, ¿hola?, ¿hay alguien?, se hizo un gran silencio… -Revoloteaban unas palomas y entraba luz por el hueco del tejado, había una cruz clavada en la pared totalmente llena de polvo y la figura de una virgen, en definitiva, era una ermita abandonada, vacía; pensó que podía quedarse allí una temporada.
Pasaron unos cinco años…
Actualmente, ella tenía doce años, en ese tiempo había conocido algunos campesinos de la zona que le habían ayudado a reformarla, sin dejar de ser lo que era, una ermita, incluso ella misma se preocupó de que no faltara nada, construyó un pequeño huerto para poder comer; era tan feliz, que sin tener padres o bienes materiales, le encantaba leer todo tipo de libros, simplemente, quería aprender; a pesar, de haberse criado sola, valoraba mucho más los hechos que lo banal, solía caminar descalza como una costumbre, siempre se metían con ella, por ser diferente y decía que no cambiaría ni por ellos, ni por nadie, que ella era así.
A partir de los diecisiete empezó a viajar de forma nómada, un día allí otro allá y siempre se solía ir por decepsiones de personas, gente amargada decía ella, era demasiado tranquila y no había topado con gente buena; para ella, todo era un regalo, ¡hasta el aire!, no usaba ordenadores, teles o tecnologías, siempre pensaba en esta pregunta: ¿Por qué las personas, solo necesitan dinero para ser feliz y no se preocupan en ser felices por si mismos sin nada?, sin juzgarme a mí hasta la saciedad, ¿no pueden pensar que yo soy como ellos y que si me apetece?, ¿qué pasa?, ¿por eso soy un bicho raro?.
Le afixiaba ver ese vacío tan ridículo en los demás de lo visiblemente bonito y ella no quería realmente nada, lo básico, que era, comer y ser feliz; solía quedarse con las cosas buenas de las personas que se cruzaron en su camino y las guardaba en su corazón, como una linda experiencia, porque aunque en su recuerdo, habían cosas malas, también sacaba su parte positiva de el asunto, que era con lo que se quedaba para su vida diaria; conoció muchas personas de diferentes clases sociales y distinguía perfectamente lo que le pertenecía y lo que no, ella solo quería crecer, ser una persona con sentimientos y valores; la mayor parte del tiempo simplemente, quería aprender y entendió tantas cuestiones, sobre todo en ese momento, cuando conoció a paciencia y junto con todo eso, empezó a crear su propio mundo mágico en el que nadie pudo arrebatarle ni la niña que llevaba dentro ni su sueño gran sueño, el de ser feliz.
Pasaron unos siete o ocho años y consigue su propósito de vida, se convierte en una gran profesora , con unos valores esenciales, formó su propia familia, que era lo que más anhelaba, pero nunca, olvidó de donde venía y lo feliz que había sido, únicamente, teniendo lo imprescindible, una mente abierta y un corazón que no le cabía en el pecho, su frase era: «En la simplicidad, está la felicidad» y lo aplicó a el resto de su vida, incluso en su enseñanza, porque no hay nada mas valioso, que tener un corazón bondadoso y limpio, su propio don era, hacer feliz a los demás y viniesen de donde viniesen, querer, amar, respetar y dar lo que había aprendido en la vida, ya que la vida para ella era un gran regalo, que nunca nadie, le pudo arrebatar a pesar de sus circunstancias.
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