El retorno de un viaje de cien años

El retorno de un viaje de cien años

pam

30/07/2018

Todo comenzó con aquella invitación de una amiga, apodada la “katy cordero”, de ir a un pueblo lejos llamado la Estrella, cerca de la costa, donde se suponía que disfrutarían de un delicioso cordero al palo, todo era de maravilla, música, baile, gente y buen ambiente. Ella ya iba predispuesta y acompañada con la sombra de la discordia y el siempre presente mal humor, solo faltaba o esperaba el pretexto. Él animoso saludaba, sonreía, se hacía de amigos y compartía, hasta que una mirada y una sonrisa a la persona equivocada provoco la furia de su compañera, mujer y amante. La tendencia estaba echada, los insultos y las descargas sobrepasaron los limites, limites que se acumulaban quizá de años, la discusión cada vez y a cada minuto aumentaba con mayor agresividad, en un momento dado ella sube al carro y se marcha furiosa y descontrolada, dejándolo a su suerte, con poco dinero, liviano de ropa y sin una explicación lógica o racional ante lo sucedido.

Antonino era el nombre de aquel sujeto y él la llamaba de cariño Margarita. La noche llego el frío se hizo sentir intensamente, el pueblo era pequeño, con muy poca gente y sin tener donde dormir paso la madrugada charlando con el cabo del lugar, frente a la comisaria. Ya concluida las penumbras de la oscuridad, una vez que este lo dejo en la carretera listo para cruzar al otro lado y regresar a casa, silenciosamente se detiene un autobús hacia el sentido contrario, sin pensarlo e inconscientemente lo aborda, desconociendo que empezaba tal vez un viaje sin retorno, lleno de incertidumbres y desolación. Un viaje desesperado que aún no lograba entender, que seguramente y con toda seguridad también lo tenía predispuesto en algún lugar muy disimulado al interior de su alma, y solo al igual que ella le faltaba el pretexto.

El rumbo tomado fue al sur del mundo, lleno de pescadores, artesanos, arrieros, escritores y buena gente, sometidas a la dura conducta del clima. Rodeado de lagos, montañas, volcanes, un paraíso para muchos, para él podía significar una limpieza de cuerpo y espíritu, tal vez una liberación, ¡aún estaba perplejo! Al mismo tiempo pensaba mientras escapaba que no había nada que lo pudiera retener y que se despojaba de todas sus mochilas acumuladas y pesadas de largos años de arrastre, el sentido de pertenencia lo perdía bruscamente y los apegos se divorciaban de él como arte de magia.

Antonino no dio pistas, dejo el noviazgo de la tecnología, se refugió solo en lo humano. Su primera parada fue en una pensión de una antigua amiga cerca de Chiloé, la Carmen, quien lo cobijo y le dio esperanzas, le brindo cariño y compartió alegrías con la familia de aquella mujer. A veces se sintió como Míster Jones (cuento de Truman Capote), recibiendo visitas de los demás huéspedes, ya que este era un hombre preparado y con educación, daba consejos y enseñaba de economía y otras ciencias a los estudiantes de la casa y en ocasiones compartía un vino con los obreros de la construcción que ahí dormían.

Caminaba cada día buscando silenciar su mente y su conversación interior era pactar aquel dolor, dominado de miedos y recuerdos batallaba al comenzar la noche, la lectura se hizo su amiga incondicional, al igual que sus amigos nuevos llamados poetas y bohemios, pero nada de que recriminar en sus largas tertulias y cuentos excepcionales con la gente del lugar.

Al pasar los días, las semanas y los meses se olvidó o más bien se hizo menos necesaria su Margarita, ¡su regreso era casi imposible!, sin darse cuenta comenzó su travesía y sintió los primeros aromas a generosidad, sensibilidad, compasión, consideración y tal vez piedad hacia sus semejantes, algo que en algún momento extravió. Antonino se estaba convirtiendo en un lugareño, tomaba y se apropiaba de sus costumbres, y recorriendo la belleza del lugar se dio cuenta que ni de ropa ni de dinero padecía, aunque estas no le sobraban no eran un tema, más bien no importaban. Sensación que le producía libertad, por ello apreció y entendió por primera vez que es vivir el día día.

Esa travesía ya en si fue un aprendizaje, pasó de tenerlo todo hasta llegar a comerse el polvo y tragarse su ego y su orgullo. Lo único que lo recompensaba y aliviaba era tanta belleza y el placer de recorrerlo y conocerlo todo, y sospechar que recuperaba su esencia.

Una noche al llegar el invierno, Margarita da con él, nadie sabe cómo, de alguna manera le mueve el piso, vuelve a caer en contradicciones, la quiere y la odia, la agonía lo envuelve, sufre de recuerdos olvidados, se convierte en un volcán de emociones y comprende que así como es vivir el día día, aún le queda viaje por avanzar y fantasmas que doblegar.

Ignorando la petición de Margarita de hablar y cerrar el ciclo inconcluso, prefirió continuar su viaje, y más nunca le contesto.

Antonino luego de un tiempo y de recorrer incontables lugares se tranquilizó, su espíritu se ha calmado, de vez en cuando se acuerda de Margarita, pero ese recuerdo ya no lo hace llorar.

Hoy amaneció en una estación al sur cerca del mar, tranquilo y sereno subió al bus, vuelve a sus raíces, está dejando grandes amigos y un paraíso inolvidable. Regresa al lugar donde un centenario atrás su abuela de nombre María Encarnación, escapo para nunca volver, nadie supo la razón y el porqué, solo que es una historia que marco generaciones y que el padre jamás dejo de sentir y sufrir, que hasta el día de su muerte lamentó su huida. Ahora en este nuevo aire que la vida le proporciona, Antonino está decidido a descubrir y cerrar “el viaje de cien años” sin entender. Su Pueblo, El Carmen cerca de Chillan.

Este es el lugar en el cual se propone trabajar y arraigarse, donde descifrara y percibirá porque él también huye, ¡de que o de quien!, o ¿será que alguien retorna con él?………….

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