Me elevé y vi mi cuerpo inerte, posado sobre una cama, me di cuenta de que ya no vivía, porque obviamente estaba muerto, y nuevo en estas lides, pensaba que hacer, ahora que había abandonado el plano físico.
¿Qué hacen los muertos?… ¿qué hacen?
Meditaba, ya que como había fallecido recién, estaba desocupado y sin obligaciones.
Filosofaba tratando de darle sentido a mi situación, que si bien no me molestaba, me dejaba en tierra de nadie.
No tenía forma física, pero me sentía lo más parecido a un fantasma, etéreo, ingrávido, sin percepción de mi figura humana.
Traté de recordar mi vida, y aquí ocurrió lo más sorprendente, vi en tiempo real múltiples pantalla de mi vida perdida, reproduciendo momentos y escenas de las que no tenía recuerdo, como si todo lo que habían visto mis ojos hubiese sido grabado.
¡Fue sorprendente! Pero al cabo de un rato se transformó en un fastidio.
¡Qué cantidad de tiempos muertos!…
Esa era mi vida, no podía negarlo, mi memoria expuesta abiertamente sin tapujos.
Me decepcionó en parte, 40 años de existencia y nada que rescatar…
Algo más tenía que haber aparte de mi rutinaria existencia y buscando en el infinito de imágenes que exhibían mi vida, aparecieron unos cuantos puntos de luz, que contenían un material exquisito y entrañable.
Encontré los recuerdos, las experiencias, las emociones, las alegrías, los amores.
Como estrellas en un cielo nublado.
Por otro lado, con un aspecto amarillo y lúgubre, destellaban las tragedias, las penas, las pérdidas, el dolor, la desilusión.
Que doblaban en número a los buenos momentos.
Utilizando la lógica uno cree que va a morir ya viejo, pero no siempre es así, y enfocado en sobrevivir me olvidé de vivir y nada, se acabó.
No hay más vida.
Este pensamiento me angustio demasiado: «ya no hay más vida…», ya no respiras ni eres dueño de tu cuerpo, eres sólo carne puesta sobre una cama.
Y empecé a buscar todas esas luces que habían iluminado mi existencia.
Las cogí todas y al cabo de un rato no eran más que un puñado, era lo más preciado reducido a un ínfimo espacio.
Con la esperanza de ver si había algo que rescatar comencé a reunir las luces lúgubres de mis malos recuerdos, todo lo que me había matado, entendí que mi alma aguanta, pero no tanto, y al cabo del tiempo ese escudo es vulnerado.
Descubrí que la mayoría de estas situaciones pude haberlas revertido, bastaba un poco de paciencia, tolerancia, voluntad.
La desesperación se apoderó de mí.
¿Qué hago ahora? El pasado no se puede cambiar, está ahí, es irreprochablemente cierto, tan certero como que todo lo que he visto ya pasó.
Volví a dar un vistazo, había llegado mi mujer, caminaba hacia mí, en un eterno viaje, de apenas dos pasos que separaban la puerta de la cama.
Desconsoladamente comenzó o llorar sobre mi pecho, quería sentirla, acompañarla en su dolor, pero era como que una muralla de vidrio nos separara.
Entonces espontáneamente empezaron a circular por mi cabeza todos nuestros recuerdos y otra vez apareció la culpa ahora por el poco valor que con el tiempo había perdido por la mujer de mi vida.
Se acercó y puso su boca contra mi oído, y escuche claramente que decía susurrando: “no te vayas…Por favor no te vayas, no me dejes, no sabes cuánto te amo”.
Estas palabras retumbaron, en mi cabeza y como una explosión acústica se apoderaron del todo a su alrededor, y ahora las imágenes permanentes eran las de ella en todas las facetas posibles que mi mente mantenía guardadas en la bodega del tiempo.
La única e incondicional, mi todo. Destruida por mi perversa forma de actuar… Sin embargo, aún me amaba…
Este lúdico viaje se estaba transformando en una pesadilla vívida y yo era el protagonista y el malvado, siendo espectador de mi caída y sufriendo más allá de lo imaginable al ver el poco sentido que le había dado al bien más preciado que todo ser posee… simplemente la vida.
Y busqué la manera de encontrar la salida, como llegar de nuevo a mi funda orgánica y tomar el control de mis acciones.
Sabía que podía volver, lo sabía, ahora mi tozudez la usaría para un buen fin, para regresar a mí ahora renovado y poder volver a este lugar pero con un objetivo claro, con la tarea cumplida.
Para regresar me sostuve al valor, a la voluntad, y empujado por el amor comencé a avanzar hasta hacer posesión de mi nuevamente, sentí el aire volviendo a mis pulmones, el calor a mi cuerpo, y como un tambor de guerra que anuncia el inicio de una nueva batalla, mi corazón se dejó sentir en el oído de mi amada…
Pum pum, pum pum, pum pum…
Y abrí los ojos a la vida nuevamente…
Ahora que estoy de regreso, y puedo recordar lo que ocurrió esa mañana de abril, Cuando sentí el arrebato de mi corazón que se negó a seguir trabajando para mí y se detuvo, y realice este viaje al que muy pocos tienen acceso, a reinventar mi vida y darle verdadero sentido a mi existencia, de hecho lo hice, y ahora comparo lo que fue y lo que me encontré al llegar al final de mis días…
Quien rescate este relato tome en consideración sus palabras, me pasó a mí, tuve la oportunidad, pero no siempre es así, dejo este manifiesto como una guía de vida.
Nunca fui de dar consejos, prefiero dejar estas consideraciónes, pero si sirve a alguien, bienaventurado sea:
Lo importante no se ve, lo importante se siente.
La suma de errores no siempre lleva a un acierto.
Si no tienes nada bueno que decir, guarda silencio.
Quien se merece tu confianza no es quien te adula, sino el que te saca del error.
El orgullo es hermano de la soledad.
La paciencia nunca dejará de ser una virtud.
Un tesoro invalorable, el tiempo.
Y finalmente.
Amar duele, pero duele más no saber amar.
Buena vida a los que se quedan… adiós.
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