¡Aquí estoy! Imponente, capaz, decidida. Hecha otra; vestida de escarmiento, de impresión, de maravilla. Bañada con los bríos de una mujer renovada, que sabe lo que fui, lo que soy, lo que seré. Ahora mis pies están sobre la tierra, aterrizaron junto con el vuelo que me trajo hasta aquí; al encuentro con mi libertad, la misma, que añoré por tantos años y que hoy me cubre de esperanza.
Tiré mi equipaje en el cuarto de hotel y lo primero en aparecer fueron los prejuicios y las rutinas estancadas. Mi testosterona femenina reclamaba el protagonismo en la otra mujer que ese viaje me había convertido; pues ella tenía la infalible labor de elevar mi fuerza y equilibrar mi erotismo desgastado, muchas veces ignorado. Nada mutilaría una vez más mis ideales, nada impediría otra vez mi encuentro con la seducción. Su prisión estaba expropiada; ya no me pertenecía.
Había llegado la hora de dejar de hablar de libertad y vivir la libertad. El encanto de la naturaleza humana estaba empezando a ser alimentado de optimismo; entonces, me miré al espejo y mi alma era atractiva, llena de carácter y mi luz; ahora propia, brillaba sutilmente pero era mía, solo mía. Ahora conozco mi destino, vivo mil destinos, ahora decido a dónde ir y con las fuerzas renovadas, me replanteo la vida, me proyecto rescatando las miradas de aquellos que reclaman mi atención. Ahora, tengo qué mostrar y de qué sentirme orgullosa, no juzgada ni tampoco criticada. ¿Quién lo iba a imaginar? Ese boleto de avión traería consigo mi pasaporte a la independencia, a la autonomía, a la excarcelación. Atrás quedó el egoísmo, la anarquía y la dependencia.
Esta aventura llamada viaje, cambió mis valijas y ahora, llenas de promesas que no dejaré que se rompan; harán de mí una mujer más atrayente. Haré fuerte mi territorio para que sea aún más impetuosa. “Es más grande la felicidad que se construye a partir de la sabiduría de una mujer restaurada”. Ahora, puedo escuchar la voz del corazón y con ello, no hacerle caso a la algente razón que me impedía transmitir esas palabras con el poder curativo y transformador que sólo un alma equilibrada entre la firmeza y la sensibilidad, puede llegar a alcanzar. Me esperan más destinos, muchos más de los que el pasado me hubiera arrebatado; destinos cargados con la magia de lo desinhibido pero también de lo infinito. “Tuvieron que gritar las voces del alma para que las escuchara mi corazón ahora libertado”.
Mis pies están en la tierra, en mi tierra donde ya no me es prohibido pensar, actuar, decidir, con una aparente rebeldía pero que, al final es sólo una exigencia de un ser que invoca atención. No quiero volver a dormir tampoco dejar de soñar, sólo quiero desafiar la vida en un caminar constante en este camino que tal vez sin saberlo me hace sentir soberana.
Del pasado, Sólo me quedé con la afabilidad, la necesito, para aquel que comparta conmigo las opulentas riquezas que me permitan honrar lo profundo, lo puro, lo sutil y lo sublime; pues el alma que vive y que da vida es la misma que se puede comprometer con el privilegio de alcanzar la excelencia. Ahora la dignidad está en su puesto y el ingenio, la sagacidad y la astucia se enfilaron para enfrentar los desafíos; los quiera que se pongan frente a mí, tengo la fuerza suficiente para encararlos, derrotarlos y extinguirlos. El antídoto contra el maltrato, la aversión, el desprecio y la infamia reposan en la palma de mi mano. El destino de mi viaje, hoy se llama… ¡LIBERTAD!
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