Mi primo Manuel estaba bien loco, de hecho, así lo conocían todos como “el loco Manuel”, su vida la pasaba entre bares, mujeres y apuestas en peleas de gallos.

Cierta ves salió con rumbo a otra ciudad para asistir a un palenque y de regreso por la alta velocidad con que conducía, el auto le derrapo y cayo en una hondonada; se pasó meses en terapia intensiva y cuando se recupero era otro, ahí fue cuando me platico de ese extraño viaje. Despertó en un camino que nunca había conocido y también algunas personas lo acompañaban, nadie se decía nada, todos ensimismados en sus propios pensamientos y aunque quisieras hablarles no te oían, al lado de ese camino había otros caminos donde iban otras personas: hombres mujeres y niños, pero nadie platicaba ya que eran caminos silenciosos y todo era oscuro, nunca salió el sol. Caminó horas, días y semanas hasta que, según sus palabras: “llegamos a un enorme portal donde había alguien que decía tu nombre y te señalaba otro camino que debías tomar”. En su cabeza retumbo mi nombre y un dedo señalo el camino, había caminos que parecían autopistas, inclusive una fila de árboles que les daban sombra aunque no se mirara el sol, hacia un calor insoportable, había caminos medianos y pequeños pero el que le señalaron era solo una vereda llena de cardos y espinas, quiso irse al de enseguida pero las personas de atrás lo empujaban a esa vereda y en los primeros dos-tres pasos empezó a sentir los aguijonazos de las espinas, pero no podía hacer nada mas que solo seguir caminando, cundo miró hacía su lado izquierdo había un camino, pero casi parecía rio por que iban sumergidos hasta la cintura y fue cuando se dio cuenta que eran aguas negras y flotando muchos pedazos de excremento. El que seguía era peor, un camino de lava ardiente y a cada paso gritaban de dolor por que la carne de sus pies se caía en pedazos y a muchos se les miraba solo lo blanco de los huesos del pie ya descarnados. En esa vereda no supo si fueron semanas o meses y el cansancio junto con el dolor de los pies te hacía reflexionar y preguntarte a ti mismo por que estabas allí.

Nuevamente volvió al portal y de nuevo dijeron su nombre señalándole otro nuevo camino, este era un poquito más ancho que la vereda pero como tenías los pies tan lastimados era el mismo suplicio seguir caminando, caminó por horas y ya cuando no podía dar un solo paso una anciana parada a un lado del camino le mostraba una silla, llegó y se sentó sin mirar a nadie, solo quería descansar hasta que la anciana tomo sus pies y los metió en una palangana con agua tibia, fue cuando la miró y la reconoció. Era la abuela que había muerto hace como un año. Ahí se dio cuenta que ya estaba muerto. Lo abrazo de una forma tan tierna, así como sentía los pies dentro del agua así se sentía su alma con el abrazo de la abuela y fue cuando despertó en aquella cama de hospital, con su madre abrasándole rodeado de toda la gente que más quiere en esta vida. Yo no sé si fue un sueño o su conciencia, pero por honor a mi familia y por ese viaje

YA NO SOY EL LOCO MANUEL, AHORA ME DICEN EL BUEN PADRE MANUEL

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