La vi allí…sentada en el suelo, con el sol de frente. Ojos miedosos, sin brillo y sin rumbo. Su rostro tatuado por el tiempo, huellas de comida, lágrimas surcando espacios de polvo. Hilos de ropa desgranada entreveían su piel arañada y sus partes íntimas tocando una superficie ruda y dolorosa. La planta de sus pies era como un viejo zapato agujereado y endurecido; agrietado por el camino. Su pelo largo y negro enmarañado como sombrero de paja.
A lo lejos, un grupo de niñas la miraban como si fuera algo apestoso, contagioso…,se reían de su imagen polvorienta.
Me acerqué lentamente. Una nube de miedo obstruía la senda que nos separaba. Las miradas desorbitadas desde la esquina cortaban el aire. Y, por un instante, pensé que aquel ser, aparentemente tan frágil, echaría a correr con todas sus fuerzas. Pero no. Clavó sus ojos en los míos con un signo de esperanza, despejando la vía de la incertidumbre. Y mi mano rozó su mano. Le sonreí y tiré de su cuerpo débil con la fuerza de la protección y la inercia del deber humano. Sentí vibrar su mano y, poco a poco, nos alejamos absorbidas, solo, por el aura de nuestra inocencia.
Aquella tarde mientras caminaba el largo trayecto del camino pedregoso que separaba mi casa de la escuela, iba absorta en la imagen que me dejó la nueva “amiga”, tanto, que ni siquiera advertí el cuchicheo de mis compañeros de viaje:
_Mis zapatillas tenían agujeros y sabía que no podría tener otros nuevos hasta el próximo curso. Mi ropa estaba muy usada y mi pelo un poco encrespado, pero lo llevaba peinado en una larga trenza. Yo tenía zapatillas y ropa, aquella niña iba casi desnuda y se hallaba sucia. Yo llegaría a casa y aunque no usaría un aseo como los que hay ahora, tendría agua para lavarme, cenaría con mis padres, dormiría en una cama y haría los deberes a la luz de un “quinqué”…_
_Y ella, me preguntaba: ¿Dónde dormirá? ¿Podrá cenar esta noche? ¿Tendrá compañía?…_
A la mañana siguiente, no veía el momento de emprender el camino hacia la escuela. Con mis zapatillas rotas y mi vestido viejo. Tomé el vestido azul que me había quedado pequeño, las sandalias desgastadas del año pasado, una camiseta, aquella falda plisada que ya no usaba. Añadí pan y queso a la bolsa de comida. Escuché a mis padres trajinar en los corrales, el murmullo de los animales… y, a lo lejos, el rumor de un cielo gris amenazando lluvia. El otoño asomaba en los colores y remolinos de hojas acariciaban mis pies. Había cogido un chal negro de mi madre, que vi en el perchero, para protegerme de la lluvia inminente, y empecé a correr…
Un griterío me hizo apresurar más el paso justo a la llegada. Aquella niña apretujada entre la multitud no paraba de llorar y las voces y risas cesaron al percatarse de mi presencia. Ojos incrédulos vieron como la niña corría a mi encuentro. Empezaba a llover, riachuelos entre las piedras limpiaron sus pies, mi hatajo de ropa cubrió sus heridas y aquel chal negro nos protegió a ambas: de la lluvia y de las miradas inciertas…
Desde aquel día le tendía mi mano y compartía con ella comida y juegos. Sus rasgos desaliñados, progresivamente, tomaron color. Y mi vacio entre aquellas niñas ignorantes de su sensibilidad, se llenaba de risas y de sentido.
2015
Un espacio de silencio para retener esas imágenes que ocurrieron en una época de represión. Las diferencias sociales eran bien evidentes. Las clases en las escuelas aún no eran mixtas, no existía la democracia ni la libre expresión; ni la globalización, ni la de tecnología. No había un coche en cada casa, ni una televisión, ni un teléfono fijo. No nos habíamos sumergido en una sociedad de consumo, ni perdido en una escala de valores…Aparecían las ONG´s.
Desde la pantalla plana me devuelven a la realidad: vorágine de secuencias, pugna por el poder político, demasiados políticos, demasiada corrupción, crisis, crisis … Paso las páginas de mi smartphone, como flashes, y me detengo. Titulares que reflejan otra realidad de nuestro país: Niños que viven en casas dónde no se llega a fin de mes, uno de cada tres niños en España vive en situación de pobreza. España es el tercer país rico con más niños pobres. Los niños españoles, los más pobres de Europa, tres millones de niños españoles viven al borde de la pobreza…
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