CIELO E INFIERNO por LORENA PÁEZ

CIELO E INFIERNO por LORENA PÁEZ

Lo pensó un segundo más y dio clic. La foto en sus veinte, estaba colgada en el Fb. Tenía la esperanza de lograr pronto aquella prometida intervención quirúrgica que le devolviera aunque fuese levemente cierta semejanza con aquellos rasgos.

La imagen de aves en vuelo, la había representado durante años hasta ese momento. De no ser por la invitación de aquel desconocido español, jamás habría colocado una propia.

En su soledad, el facebook representaba una forma segura de conectarse con la gente. Llevaba más de cinco años solitarios debido al accidente. Cierto era que los avances tecnológicos le habían salvado la vida y la pierna, no así el rostro que mostraba cicatrices feroces.

Cerró los ojos, inhaló fuertemente aire.  A su mente regresaron los aciagos momentos: su pequeño smart avanzando sobre el pavimento mojado del periférico en el carril de baja velocidad; los autos rebasando con celeridad por la izquierda,  los edificios quedando atrás por la derecha, en su mente la angustia por llegar tarde a la importante reunión de trabajo. En un instante su auto dando volteretas sobre el asfalto, contusiones, cristales volando, lluvia en el rostro, silencio…

Cuando despertó, el característico olor de un hospital le llevó a mirar a su rededor con asombro. Su madre y el médico de turno sonrieron. Ella rozó su frente con los labios y presionó suavemente su mano, Por fin estás de vuelta, Qué pasó, Descansa, ya habrá tiempo para platicar.

La rigidez de la pierna izquierda le hizo pensar que el accidente había sido grave, lo último que recordaba era la lluvia y el silencio, ¡Mamá!, No hables, Todo está bien, Descansa, cuando lo hayas hecho platicaremos. Somnolencia, todo nuevamente oscuro…

Había pasado nueve largos meses en varios hospitales; ahora su cuerpo recompuesto poseía clavos centromedulares y tornillos AO, su buen humor la hacía llamarse a sí misma la chica robocop y bromeaba respecto a su rostro: sólo faltaba una máscara metálica para complementar el equipo. 

La cirugía estética quedaba fuera de su alcance, sus padres habían ocupado todos los ahorros en recuperar la movilidad de la pierna. 

Los primeros días de vuelta al trabajo fueron una tortura, las miradas lastimeras  o de repulsión ante los rasgos desfigurados la dejaban sin palabras ni aliento. 

Le entristecían las miradas furtivas, así que solicitó trabajar en casa desde su propia computadora. La maravilla del avance tecnológico al respecto lo hacía no sólo viable, sino incluso más productivo para la empresa.  La computadora y la Internet se convirtieron en sus herramientas indispensables e insustituibles. El contacto con otros se restringió a los correos electrónicos laborales y a las redes sociales.

Padres y amigos la habían animado a registrarse en facebook.  Por horas cavilaba, entonces buscaba grupos en las redes, se unía a ellos, escribía y colocaba fotografías pues encontraba en ese acto una forma de sentirse socialmente activa.

Ni imágenes, ni escritos le parecían extraordinarios, sin embargo empezó a recibir comentarios halagüeños que le hacían sentirse radiante, diferente, con un espíritu nuevo. Comenzó a incursionar por las noches en lugares solitarios con su cámara fotográfica y a captar momentos mágicos inadvertidos hasta entonces, lugares fantasmagóricos, lunas y estrellas fulgurantes, anuncios de neón resplandecientes en contraste con las calles tortuosas y somnolientas. 

El tiempo volaba, y así, habían transcurrido cinco años en los que cada centavo sobrante había aumentado la cuenta bancaria abriéndose la posibilidad de realizar finalmente la tan ansiada cirugía estética.

Un buen día apareció Gonzalo invitándole a sumarse a su blog. Él había seguido sus publicaciones, la consideraba una persona creativa y su comunidad intercambiaba relatos, cuentos y todo escrito que les permitiera crecer como juglares modernos.  Pronto ambos coincidieron en los horarios e iniciaron una amistad a través del chat. Las coincidencias en gustos, intereses y pasatiempos les unía a través de la distancia. Estando en países lejanos, ella se sentía segura, confiada y libre, pero nunca osó contar su situación respecto al accidente, finalmente nunca se conocerían en persona -pensó-

En muchas ocasiones el amanecer la sorprendió intercambiando impresiones en torno a un relato, una fotografía o las circunstancias mundiales, eso, pensaba, debería acercarse a lo que sería el cielo. Su congoja, sin embargo fue mayúscula cuando él le pidió que colgara una foto suya.

La solicitud le impidió conectarse durante días. Sabía que su apariencia no importaba, que entre ellos se daba una identificación más allá del tiempo, el espacio y los aspectos físicos, pero no eran suficientes motivos para que se sintiera segura, si bien no había mentido, tampoco había sido sincera desde el principio.

Más allá del sentido común, algo la impulsó a tomar la decisión de no ser honesta. Eligió una fotografía de sus mejores años estudiantiles. En ella su apariencia era rozagante, seductora, feliz. Cuando dio clic, no imaginaba que estaba pasando del cielo al infierno.

Gonzalo alabó sus rasgos, justo así la había imaginado. Ella pensó que el escollo estaba librado. Tan alejados en el espacio, no sabría del engaño. Nunca la vería ni tendría la menor idea de su actual apariencia; sin embargo, no se sentía tranquila. En su interior, la mentira pesaba como fardo.

Entonces, identificó en su interior un sentimiento que hasta el momento había negado: el amor; en sus chateos cotidianos había surgido lenta e inexorablemente, una emoción sutil que la llevaba a esperar con ansiedad el momento del encuentro virtual. 

¿Su estado solitario la orillaba a enamorarse? ¿Era un sentimiento verdadero o imaginado debido a la lejanía física de la persona añorada? 

No. Gonzalo representaba los valores, ideales y habilidades que esperaba en una pareja.

Gonzalo seguía compartiendo como siempre. Extrañado un tanto por la tardanza en colocar la fotografía, llegó a preguntarle el porqué. Ella mintió abiertamente so pretexto del trabajo, continuando su amistad en aparente igualdad de circunstancias.

A partir del día en que cambiara las imágenes, el desasosiego la hizo presa. Despertaba angustiada sin poder recordar la pesadilla que se repetía en sus sueños; su trabajo le resultaba tedioso, se sentía cansada y agobiada; la relación antes armoniosa con sus padres se volvió tensa y explotaba sin motivo aparente; sus incursiones nocturnas decayeron y dejó de lado la fotografía. Ante la familia fue incapaz de comunicar su situación pues le parecía absurda e indigna de quien antes fuera.

Sorpresivamente, un día Gonzalo le comunicó que participaría en un congreso a realizarse justamente en su país. Por fin podría platicar con ella frente a frente.

La noticia en vez de alegrarla le provocó una gran congoja, su castillo se derrumbaba sin remedio. Él llegaría en unos cuantos días, mismos en los que era imposible obrarse un milagro, su secreto quedaría al descubierto. La virtualidad le permitía ser tan real o irreal como ella quisiera, ¿acaso no había construido un mundo y una personalidad, similar a la suya en algunos aspectos, tan diferente en otros? 

El sentido común le habría dicho que lo más sencillo era andar por el mundo virtual o real con la verdad, pero se había negado a sí misma el camino fácil y había decidido crear uno que a la larga se había convertido en tortuoso y doloroso. Una vez más tenía que decidir entre presentarse tal cual era o mentir nuevamente, sin embargo, su cobardía fue aún mayor y decidió simplemente desaparecer, negarse la oportunidad de conocerlo, caer en el abandono total sin explicaciones, al mismo tiempo que se condenaba al largo camino de la desilusión y la amargura.

Lo que nunca supo, fue que Gonzalo se habría prendado de su sensibilidad, que habría entendido su dolor y el porqué del silencio, y que habría permanecido con ella seguro de los milagros del dios tecnología, hasta lograr la recuperación de aquellos rasgos subidos una tarde en el facebook.

 

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