Quiéralo o no, a sus quince años recién cumplidos puede ya Rogelio presumir –con ‘hitos gepesianos, internáuticos y reticulares…’– de estar echándole la pata al siglo: “dejándolo atrás, como dicen sus abuelos que lo hacía, en lo suyo, el gran escalador ciclista Bahamontes: hasta con tiempo para sentarse a tomarse un helado, si le daba la gana, en la cima de un puerto –como, por ejemplo, en la del Col de la Romeyère, en los Alpes franceses, a 1.074 metros de altitud–, y sin rastro perceptible de pelotón alguno a su zaga. (¡Algo que no le empecería al propio Miguel Delibes reconocer, al mencionarlo por su mote –acuñado por Jacques Goddet–  de ‘Águila de Toledo’ en su novela Cinco horas con Mario!).”

  Tal vez por ello, o quizás, también, porque así se sintiera ‘apuntando maneras de hacker en ciernes’, haya llegado hasta alardear de haber tirado ‘antes que pronto’ al reciclaje el i-Baby que, con tres añitos, le regalaran sus padres; así como, seguidamente, un móvil convencional (auténtico canto de cisne analógico), y luego, sin solución de continuidad, todo un par de infant-smartphones digitales de lo más relativamente sofisticados…, que: “¡se le quedaban débiles…!”. 

Hacker_12.jpg

    Y en consonancia también con eso, e impaciente por andar ya varios años “¡condenado a soportar las debilidades de un smartphoneBlackBerry y un iPhone Premium!”, eso que con ellos accede de pleno –y dominándolos– a Internet y a las redes sociales, habla, fotografía, graba y visiona en vídeo, se baja música, cine, lectura, juegos…, gepesea, wasapea y tuitea…; haya llegado, asimismo, a tomar pie de ello para fardar de que no hay nadie capaz, como él, en ‘marcar distancias’ sacándoles a tales aparatos lo inimaginable y más…

   O le haya tentado, igualmente, el regodearse con el referente de la debilidad de sus padres: rebasados, clavados y forzados como los tiene a consolarse con lo único que parece haberles importado siempre según se lo ‘par-papi-lotean’ a sus visitas: “¡tenerlo controlado!”, “¡pero, claro, para poder saber así, en cualquier momento, que está vivito y coleando!”, porque, por lo demás, “es inimaginable la suerte que hemos tenido con él!”… 

Hacker_2.jpg

15/04/15. Nadie, como siempre, en casa para “ponerlos en marcha” –a ella y a sí mismo–. Son las ocho, y sus padres volaron a las seis.

     Le suena la alarma de ‘su’ smart. Acto seguido, activa con él ‘su’ control remoto de toda la casa. Y ya antes de calzarse las chancletas, todo está dispuesto para ponerse automáticamente en marcha –y lo contrario, caso de hacer falta– a golpe de clic.

    Siempre amenizado con la música más selecta, se le van encendiendo hasta acompasadamente las luces, abriéndosele las puertas, elevándosele las persianas… Y todo a punto: la bata, la toalla…, ni más ni menos gel…, como si unas manos maternales invisibles se cuidaran de ello. Y otro tanto, en la cocina-comedor, donde sólo tiene que poner el apetito.

    Cuando toca vestirse, lo hace según el registro puntual de máximas y mínimas, y el cálculo más exhaustivo de la evolución atmosférica, por si fueran necesarias ya las botas de agua, el paraguas o la bufanda…

    Sale de casa ‘apincelado’. Se cuelga ‘su’ cartera con el peso ajustado. Y ya le está esperando ‘su’ patín Segwai, que en minutos, ­y en equilibrio perfecto merced a sus giróscopos ad hoc, le llevará al Colegio…

Hacker_3.jpg

    Pero antes, toma Rogelio del garaje –‘su’ escondite-laboratorio particular– un mini-decodificador, que le permitirá ser Dios, como cada día, donde quiera que sea, y siempre que le venga en gana.

     Se lo ajusta a la hebilla del reloj de pulsera, que es donde lo tiene más a ojo, pues lo hace funcionar mediante ‘sus’ movimientos oculares. Se sube a ‘su’ patín, y tan pronto como comienza ‘su’ marcha al Colegio, empiezan a llegarle de los Bancos por los que pasa, y de un sinfín de lugares más, señales –a través suyo– de descargas y más descargas con información electromagnética maxweliana.

     Sabe que no tendría sino que activarlo con ‘su’ mirada para tener a ‘su’ disposición en el iPhone las claves secretas de cada día, por ejemplo, del Banco Angular. Lo que le permitiría acceder a cualquier cuenta y, concretamente, a una ‘pirata’ de su padre, cuyos movimientos lo ponen al loro de sus poco encomiables andanzas. Y lo mismo para con los restantes Bancos por los que pasa.

Hacker_4.jpg

           Con todo, lo que más le gusta es ponerlo en funcionamiento adosado a ‘su’ smart, no tanto para oír las sempiternas conversaciones de su madre nada más llegar al trabajo (coqueteando a través de su móvil antediluviano, a fin de enterarse de cómo le ha ido la pasada noche el jueguito sexual al primer bocazas de turno, para luego contárselo a Chusqui, su íntima, que ya le tiene preparada su propia ración de chismes…), sino para jodérselas llenándole el aparato de interferencias, con tan sólo llamarla y, aunque dé ocupado, mantener la llamada y activado el mini-decodificador.

      A continuación suele hacerle una llamada ya normal, y hablar con ella para, disimulando, confirmar el cabreo que se ha cogido la “muy Doña” porque se le ha jodido la juerga. (Y es que está más aburrida que una ostra con ese trabajo que ni es trabajo ni es nada, sino la condena, que le ha caído de por vida, de tener que tirarse allí encerrada sus ocho horas, y sólo para sentirse más que otras a final de mes, y para ‘tanto monta’ y ‘par’ con su marido, mi espabilado padre.)

    Pero donde Rogelio le saca un rédito especial a ‘su’ mini-decodificador, es interceptando –por el mismo sistema, pero para oírlas– las conversaciones de Ana –su medio rollo– con sus amigas, así como los comentarios al hilo sobre él; y no digamos las conversaciones claustrales, los e-mails y el wasapeo del  profesorado, a fin de asegurarse esos ‘dieces’ que tan enamorados tienen a sus padres, y el que lo sigan dejando a su bola.

Hacker_5.jpg

     Y para lo que, sobre todo, le resulta imprescindible el aparato, en combinación ora con ‘su’ smart ora con ‘su’ iPhone, dentro y fuera de Internet y la Red, es para ‘sus’ actividades reservadas de hacker, las más productivas, no sólo por la suculenta información técnica de primerísima mano que le deparan ya mucho antes de pasar a ser del común, sino también por la cantidad de hardware y software que le suministran permitiéndole estar siempre en avanzadilla, y a cubierto, cual auténtico activista informático­.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus