‘El Profe’, como le decíamos a este amigo tan, pero tan, lúcido, siempre nos sorprendía con sus exposiciones podían ser en cualquier momento y lugar, en el coche yendo de un sitio a otro, en un café, en la parada del colectivo, en fin donde se presente la ocasión.
En los 80, cuando muchas novedades tecnológicas nos asombraban con frecuencia –aunque no tantas como ahora, ¡claro está!— nos expuso una apretada síntesis que recordándola es de sumo interés. Solía comenzar un desarrollo comentando que cualquier cosa estuviéramos observando actualmente, seguramente ya venía de muy atrás, de larga data. En este caso, no pudo ser diferente.
Resumidamente nos dijo que:
“Hay cuatro cuestiones que, como intuiciones, han operado en lo profundo de la conciencia humana, desde siempre. Las cuatro están relacionadas entre sí y referidas a lo mismo, aunque se presenten como formulaciones diferentes.
1.- Que existe un Orden (lo que supone un sentido previo, un responsable, un creador, etc.) en todo lo existente.
2.- Los humanos somos una especie rara, única. Que viene paso a paso haciendo ‘evoluciones’ aunque hace unos pocos cientos de miles de años ‘que es la misma’. No ha variado su situación mental. Digamos.
3.- Está todo vacío, no hay nada. O al menos hay algunas cosas, rodeadas de vacío, de nada. Curiosamente, la nada abunda…
4.- La muerte es algo absurdo. Ante lo que uno se revela, de varias maneras posibles, aunque en vida uno trata de distraerse lo más posible. Hace poco leía que un reconocido autor comentaba “nunca nos sorprenderemos o suficiente del interés del ser humano por el entretenimiento…” eso es, entretenerse, para no apercibir bien lo importante. Curioso.
A partir de estas intuiciones, porque antaño no se demostraba nada, se intuía y se presentaba como certezas, lo cual han originado dioses, religiones, filosofías, etc. Esta situación se ha mantenido a lo largo de miles de años, sin embargo, hoy parece estar a punto de cambiar, debido, especialmente, al tema que nos ocupa. Y lo decía con seriedad: al avance tecnológico.
En efecto, las posibilidades abiertas a la investigación en general, y en particular la exploración del espacio y los progresos de las comunicaciones, han hecho que las antiguas formulaciones comenzaran a desplazarse del campo de la intuición, al de la percepción y la comprobación: ondas radiales, rayos láser, satélites de todo tipo, etc., produjeron y producen información que corroborará las intuiciones mencionadas.
En todo lo que se va recorriendo o reconociendo, se descubren leyes («alguien se está divirtiendo con todo esto»); en toda la Vía Láctea – o sea, al menos en esta galaxia, no se sabe en otras – somos una especie única y rara. Además, las enormes distancias temporoespaciales, las que separan un planeta de otro, hablan del enorme vacío, de la nada en la que estamos suspendidos; y todo ello refuerza la impresión respecto del absurdo de la muerte.
Al mismo tiempo, la comunicación en el planeta permite la circulación de estos datos entre todos los humanos, de modo que es factible suponer a corto plazo (máximo 20 años) la concreción de una experiencia sin precedentes: la caída en cuenta conjunta de toda la especie respecto de esto, y ello podría traer aparejado una toma de decisión sobre la dirección en que se orienta la vida humana.
Lo que hay en juego es muy importante: ya existen los medios – están resueltos científicamente – para prolongar la vida humana de modo indefinido.
Los principales aspectos involucrados son: alimentación (se estaría en condiciones de proveer todo el alimento que fuera necesario para cualquier número de gente); población (podría poblarse el espacio, el vacío); salud (aparte de lo que quedaría resuelto sólo por una alimentación y organización de vida adecuadas, se cuenta además con significativos avances en el campo de la biogenética – clones, transplantes, etc.).
La concreción de esto requiere poner todos los recursos que cuenta la especie al servicio de éste objetivo (y no al de los que plantea el sistema: armamentismo, guerra, etc.). O sea, se requiere que el sistema cambie.
¿Qué pasa si uno imagina que va a vivir 3.000 o 4.000 años, o sólo 300 o 400? (para no asustar con la palabra «Inmortal»). De inmediato «todo» se modifica. Esto es porque el tiempo (y la finitud) es el condicionamiento más importante de nuestra vida. La desaparición del tiempo como límite sería para nuestra conciencia un salto cualitativo tan importante, como lo fue la oposición del pulgar en los primates. Nuevas funciones generaron nuevas conexiones nerviosas, modificación del sistema en general y, en síntesis, otra especie.
La decisión de si eso va a ocurrir o no, se tomará en algún momento de los próximos 20 años. Tal como están las cosas (consolidación del sistema y creencia en la muerte) no parece que vaya elegirse la opción de prolongar la vida humana indefinidamente. De hecho, la información sobre la existencia de esta posibilidad no es secreta, los datos circulan, pero nadie está dispuesto a creerlo. Los ciudadanos que pagan impuestos salen a manifestar para conseguir reivindicaciones en el marco del sistema, pero no lo hacen para exigir que se investigue y se prolongue su vida o la de sus hijos. (Aunque sabemos que a pesar de q exista un conocimiento científico y factibilidad técnica, sin condiciones sociales interesantes no se producen los avances deseados).
SÓLO si apostamos -destacaba- a favor de la vida y por un salto cualitativo podrá darse un cambio importante en todo, y los avances tecnológicos ayudarán. Pero si no estamos dedicados seriamente a tomar esas decisiones cruciales – como transformar el sistema predominante y ponerlo al servicio de la prolongación y mejoramiento de la vida – tal cosa no se producirá. Eso incluiría concebir claramente la evitabilidad de cosas como la violencia, la pobreza, las diferencias sociales y demás.Ese es el gran desafío, por un lado la consecución de los avances y por otro la evitación de los desastres actuales. Sin ese requisito incorporado en el nuevo ‘chip’ no se puede avanzar. Así las cosas
Eso fue lo que nos dijo aquella tarde el Profe que concluyó con gesto adusto pues parecía correr un viento gélido de desaliento porque no se veían indicios de ningún cambio mental ni social; más bien, las lacras vigentes parecían recrudecerse: violencia de todo tipo, locuras, pobreza, hambruna, des-inteligencias en los directivos y un largo etc. Las personas comunes solo atisban a pasarla bien, a seguir adelante con sus vida evitando (o campeando) males lo más posible, y la incertidumbre sobre el devenir impera. No obstante, al mirar una estrella lejana, uno se pregunta ¿porque está siempre allí? ¿Qué nos dice?, y un brinco de esperanza nos da el corazón, porque sabe que ‘si hay vida, hay posibilidades’.
Ernesto H de Casas
Mendoza, abril 2015
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