Mis padres eran conscientes del regalito que nos pondrían por Navidad a mi hermana y a mi. ¿lo eran ? me refiero, si sabían bién lo que hacían. Ellos trabajaban demasiado tiempo afuera y cuando nos recogían del colegio, apenas tenian tiempo de hablar con nosotras o revisar nuestros deberes. Es mas tampoco para oir quejas y soportar cuando nos peleabamos porque cada una quería ver algo distinto en la televisión…
Oh bueno, ya tuvieron una supergenial idea cuando nos regalaron la supernintendo de ultima generación, a cada una la suya, por supuesto. ¡Que paz y tranquilidad! ya no se oían voces! Mamá preparaba la cena, papá tenía la tele para él y nosotras a ver quien hacia mas puntos o se pasaba de pantalla antes.
¡Señor, tantos juguetes en nuestros cuartos! y todo tan colocaditos…y ¿los libros? cuentos para saber sumar, leer, de circos, de princesas y dragones, de animales que hablan o te enseñan inglés…allí en las estanterias de flores primaverales, colocaditos por colores, se cubrían de polvo.
Se dieron, por fin, cuenta, de que ya apenas había conversaciones, ni saliamos al parque a jugar con otros niños, no ibamos al cine o compartiamos hamburguesas en algún burguer…¡no jugabamos ni entre nosotras mismas!!
Así, llegó la segunda supergenial.
Cuando despertamos, en la noche de Reyes (qué cosas tanta tecnología y aún nos mantenían con esa llama viva), buscamos nuestros zapatos y ellos solo había una únca cosa: una muñeca.
Mi hermana y yo nos miramos exhaustas ¿una muñeca?.-Sí, si, una muñeca, pero esta no es como las demás. Podeis poner a cada una su nombre, contarla vuestras cosas y ellas os reponderán…
Curioso.
Y, cierto.
Tengo 30 años. Mi muñeca sabe mas que yo. Sabe tanto que va a ser mi primer testigo a declarar en el juicio que ya mismo va a celebrarse….
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