Querida hija,

Esperando tu llegada me pongo a repasar la historia de esta casa, de este pueblo que alguna vez pensé sería mi lugar en el mundo.

Es una historia triste, pero no todas las historias tienen un final feliz, como creí durante mucho (demasiado) tiempo.

Tan hermoso es el lugar que te quita el aliento: las montañas, el lago, lo que es – al menos para mí- la paz total. El bosque, como los que poblaron los cuentos de mi infancia. Ellos son lo que más me atrajo de este lugar. Desde niña quise vivir en el bosque, disfrutar de la frescura dulce e infinita de sus árboles añosos.

Cuando comenzamos a pensar nuestra casa aquí me veía con mi marido, mis hijos, mis nietos, comiendo a la sombra de los árboles, leyendo en ese claro que hay al final de nuestro bosque, jugando a las escondidas con los niños…

Pero bueno, hija, Los finales felices existen sólo en los cuentos. Yo ya me voy. Espero que disfrutes de la casa con tus hijas, tus hermanos y sobrinas, con tu padre y su pareja. Y que también la disfrutes con el hombre que quieras y te quiera de verdad.

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