Querido Hombre:
Escribo desde mis entrañas esta esquela para darte a conocer los motivos por los cuales esta mañana no he podido hablar contigo. El trajinar de la mañana me sumió en la más profunda depresión. Quise levantarme y encontrarme contigo; tomar un café contigo a mi lado, pero me encontré con el espejo en el camino y mi reflejo me recordó lo indigno que soy de charlar contigo. Ya sé lo que contestarás; tú me quieres igual, no te importa hablar conmigo cuando el hedor y la suciedad me acompañan, hasta te encargas de ayudarme en mi limpieza cada día. No, no estoy bien, quizás podría estarlo. Se que es tan simple como decidir hacerlo, pero al igual que cuando era niño pienso: «¿Para qué limpiarme? Si volveré a ensuciarme.» Pero cada vez que tengo tu rostro en frente, cada vez que escucho o leo tus palabras recuerdo que en medio de mis males tu quieres mi salud. Te ruego ahora que me ayudes con mis vicios y problemas, solo tú comprendes mi situación. Espero ahora que contestes y me saques de la cama, con tus manos y pies heridos de clavos y tu costado abierto.
Amén.
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