Desde que te fuiste, me adentro cada vez más en mis sueños. No sabía que hubiera tanto espacio inexplorado dentro de mí, que devendría viajero gozoso de mi propio interior. Esto que ves son los islotes de Urian-Tsideth y el estrecho de Ylyana. Que las aguas de jade no te engañen: se dice que una criatura de giganteas fauces juzga a quienes cruzan el estrecho en pos de Mruntwana, el inmenso continente que se avista al fondo. Espero ser digno.

Allí, si logro llegar, haré frente a inopinadas maravillas de las que otros como yo me han hablado: talladores de almas, níveos y morigerados caníbales, espiraladas torres de rubí en las que se empalan los dioses para propiciar la lluvia, contemplativos y seductores hombres-árbol, praderas de recuerdos perdidos… Es posible que te encuentre también.

Ahora sé que, de un modo u otro, no retornaré.

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