Queridas hijas Amanda y Clara,
Cuando todo arde, no hay más opción que recular y tratar de vencer al fuego desde la distancia adecuada.
Me vine al pueblo tras aquella manifestación que me dejó encendido, con lágrimas abrasándome las mejillas y una pregunta “¿Qué mundo les voy a dejar a mis niñas?”.
Desde que llegué, he ido cada día a la montaña. Nuestra montaña.
Un día de nieve, tras demasiadas horas rumiando frente a la chimenea, estallé. Subí al cerro a gritar: ¡basta ya!, ¡lo siento! ¡No quiero más ríos envenenados ni ciudades jaula!
Vuestra madre y yo pensábamos criar a una generación de mujeres libres, no a una de niñas que hacen huelga en el colegio para que de mayores puedan respirar.
Venid conmigo a coger fuerza en las cavernas. A conectar con quienes fuimos, somos y seremos: carne de la madre tierra. Acá os espero, hijas mías, para iniciar la revolución de las montañas. Luchemos ahora más juntos que nunca. Como si no todo estuviera perdido. Como si de estas brasas pudieran nacer verdes plantas.
Vuestro padre que os quiere,
Fernando
Las fotos han sido cedidas para el concurso por la fotógrafa Clara Asanza (www.clarasanza.com)
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