Querida hija,
Ésta es la primera postal, de las trece que recibirás de mi parte, ahora que ya he muerto. Tu hermana también recibirá las suyas. Lo he dejado todo preparado. No para que estéis tristes, si no para hablaros de todo aquello para lo que no hubo tiempo. Lo importante.
Quiero creer que, donde estoy ahora, es un lugar parecido al mar y que os escribo desde la orilla. También quiero creer, que vuestro padre está aquí a mi lado. Como siempre. La eternidad es menos eterna, si la compartes con la persona adecuada. ¿Y tú? ¿Ya sabes quién aliviará el peso de tu eternidad? Ojalá hayas aprendido que ésa es una carga que puedes aligerar tu misma. Yo lo aprendí hace tiempo.
A tu padre no lo necesito, bueno un poco sí, pero, sobre todo, lo elijo, sabiendo que sola, también soy.
Con amor, Mamá.
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