Querida Amaia:
Cómo escribirte sobre aquello que no me atreví a nombrar.
Espero, la distancia y los años mitiguen tu dolor al recibir la noticia.
La vergüenza y el miedo aún encojen mi letra cuando te escribo.
A veces, recuerdo tus ojos enfrentando el vacío de los míos, con poco que ofrecerte, con el dolor y la dicha silenciadas por un hilo plúmbeo cosido en las entrañas.
¿Qué manos lo tejieron? No fueron las tuyas, no malgastes tiempo averiguando.
Puedes asomarte al abismo, sin tribulaciones, con una vida llena de amor.
A ese agujero habrás de ponerle un nombre, tendrás que volver y contar lo que has visto.
No dejes pasar el tiempo, no aliviará los males que no tienen nombre.
Habla sin vergüenza, nunca eliges lo que sientes. Atiende a los demás, no los juzgues, ama sin reservas pero no cargues su quebranto en tus hombros.
No temas al sinsentido, a la soledad. Sin ellos no puedes saber quién eres, sin dudas apenas verás aun siendo de día.
Existen muchos caminos y en todos ellos encontrarás felicidad. Este viaje lo emprendo sereno, con la lección aprendida, pero sin fuerzas para seguir.
Te quiero y nunca dejé de hacerlo.
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