Ya terminada la rutina del curso laboral. Empiezan las dichosas vacaciones en una casita con más de 300 años en un lugar recóndito de la provincia Soria, tranquilo, oyendo el canto de los pajaritos. Y al mismo tiempo disfrutando en un oasis de tranquilidad, cómo paraíso natural dónde los dos grandes protagonistas son la naturaleza y los animales. Sin olvidar esa luna resplandeciente, que acompaña a las fiestas de los pueblos, llenas de actividad social y amistad. Esa relación social abierta dónde casi todos nos conocemos, gozamos cómo niños, esa época de la infancia-juventud que teníamos más libertad sin responsabilidades y sin dichas de vuelta a nuestras rutinas de origen. La ilusión de comer día a día en esta estancia de forma natural, la comida hecha en una cocina de leña y reunidos sobre la lumbre. Cómo en los viejos tiempos. Pena me da, abandonar estas vacaciones dónde he tenido tantos recuerdos de la infancia. Hasta pronta casita mía.
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