Me levanté de la cama. Mis pies sintieron la gélida cerámica color marfil que adorna la casa de papá. Estiré las piernas. Me vestí. Salí del apartamento y caminé 10 metros hasta su puerta. Toqué. “Estoy enamorado de ti”, la saludé. Ella sonrió. Fui feliz. El sueño de anoche me regaló la alegría de ese viaje que nunca podré realizar.

Cuando terminó de leer el diario de su hijo sintió amor profundo. Cerró el libro y lo dejó reposar sobre la silla de ruedas que yacía inerte en su vacía habitación.

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