En la finca encontró un árbol frondoso, pero pequeño con una marca. La frotó y pudo leerla claramente: Brandy de Jerez. Introdujo la mano en su tronco y extrajo una botella con un líquido pardo y oloroso en su interior. Destapó, olió y probó aquel manjar líquido. Se sintió versátil, alegre, dichoso. Así repitió cada tarde la acción hasta que se olvidó de la finca y su trabajo. Una tarde, el mozo encontró en un árbol frondoso, pero pequeño, una botella con una extraña cara pintada en el cristal.
El viaje que aún no he hecho (2ª edición)
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