Caminaba impaciente de un extremo a otro del andén, incesantemente, como infectado por el baile de san Vito.
El aviso retumbó como un cañonazo : «Tren expreso procedente … efectuará su entrada …». «Todavía queda tiempo» -me mentí-. «Tren expreso destino … efectuará su salida…».
Permanecí estático en el andén, como un infausto soldado de plomo , manteniendo el tipo hasta que el tren se esfumó engullido por las vías. Me sentí un cero a la izquierda.
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