Cuando tienes todo a punto para el viaje de tu vida y se va al garete por un simple detalle, te vienes abajo, te desmoronas en terrones de frustración, como si fueras un queso viejo. Meses entrenando la falta de gravedad en la piscina, aclimatación en altura, el traje de cosmonauta que tomé prestado del museo de la ciencia, los potajes de la abuela liofilizados en tuppers al vacío. Todo listo para la misión Saturno y todo abortado por una fatal coincidencia. Hoy era el día de mi sepelio.

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