Soñé que te soñaba, sentí que te sentía, imaginé tu silueta romántica, húmeda, tu fuerte aroma a agua estancada, tus siglos de historia, de carnaval, de magia. Me imaginé entre tus brazos, meciéndome hasta quedar dormida bajo el canto de tus sirenas. Pero ¡ay amiga!, sólo fue un sueño, el dulce sueño de mi vida. Ahora, postrada en la cama, pienso con tristeza que nunca te verán mis ojos, sólo el dulce deseo de que algún día, tal vez en otra vida, te tendré en mis brazos, amiga mía.

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