Como los días de dos adolescentes sin más obligación que la de hacerse el amor, transcurrirán nuestros días en la isla. Quizá paremos para beber, que el amor bien hecho hay que celebrarlo. Y aún sin estar, ellas estarán allí con nosotros, porque ellas todavía son nosotros.
Hasta entonces, aprenderemos a pronunciar su nombre, que las Islas Jónicas son muy suyas y les gusta oír cómo les llamas. Así, se emocionan mientras te esperan y cuando llegas es como si te conocieran de toda la vida.
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