Entrecierra los ojos.
Imagina bajo las piernas el brío del caballo.
Ahora las espuelas. El corcel sube de la vieja Roma a la musulmana, minaretes testados por la cruz de la fe; rampa de piedra de la tierra española por romanos, por moros, por manos morenas construida para subir a clamar que la hora ha llegado.
Sube a pie el último tramo. Ante su vista Sevilla reconquistada.
Él sólo piensa: “España”.
Dirige la mirada al mar: está del otro lado.
Aún está en la Nueva España.
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