Aún recuerdo aquel instante. Aquella noche de insomnio en Julio. La sofocante habitación solitaria donde me imaginé, me vi cruzando el ancho charco Atlántico. En pijama, el pelo a medio recoger y con un nudo en la garganta, me di cuenta, era ahora o nunca. Nunca sería tan joven, nunca tendría tanta vitalidad. Allí no tendría que pensar en todo, pensar en nada. Allí no tendría tanto calor como aquella noche. Me lo habían dicho, lo había leído, Costa Rica es la eterna primavera, es pura vida.

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