La maleta está lista esperando ser despachada hasta esa ciudad donde el río la divide en dos, de callejuelas milenarias y de muros enmohecidos de batallas ganadas y perdidas. Allí tomaremos vino de reyes con la melodía de un violín resguardándonos. Luego partiremos al hostal donde dormitarás mientras mis dedos se enredan en tus cabellos otoñales.

Termino de revisar mi correo y tus promesas (por cuarta vez) desarmaron la maleta. Saqué el abrigo y lo colgué en la sección de tus mentiras.

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