Y al final llegué, estaba sentado con los pies colgando en aquel abismo donde hacían eco mis sentimientos, donde gritar no sería un impedimento porque nadie me escucharía, partí dejando un rastro de misterio, muchos lloraron mi viaje y hubo un momento en el que dudé de hacerlo. Por fin estaba donde nada importa, donde todo aquello que hacía sufrir se esfumó, de mi, solo quedó una bañera impregnada en óxido y una cuchilla que se bañó en sangre después de una vida de lamentos.
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